martes, 20 de diciembre de 2011

Señac, piloto de combate

Jugar la partida…esa era la causa, la noble causa que estaba en juego. La tabla del Monopoly estaba expuesta, dispuesta al rifirrafe de dados y fichas que se iban a lanzar en tropel en pos de un triunfo no por hipotético menos tangible en la mente de cada cual.
Señac jugó, Lanis jugó, Restero jugó…la partida había comenzado. En la nave de guerra iban adelantados los preparativos del próximo combate, pero todavía no se había movilizado a todo el personal, entre ellos los jugadores.
Lanis iba comprando casas de la avenida Torlac de Nueva Posidonia, la ciudad Empenia fundamento de esa versión del juego. Como solía ocurrir, grandes catástrofes inmobiliares estaban siendo anunciadas que se llevarían por delante el imperio de Lanis. Aquello ocurriría dos, tres, cuatro veces a lo largo de la partida. Todos estaban preparados para éste y otros avatares de la fortuna.
Delante del tablero los jugadores sentían leves sacudidas que, poco a poco, iban incrementándose. Pero todavía no afectaban esos movimientos a la estabilidad de las fichas. Señac sabía identificar los signos premonitorios de la batalla, y se estaba aproximando.
De repente, Restero tomó la iniciativa y comenzó a acumular capital con lo que instaló varios hoteles en las principales calles. La partida iba adquiriendo forma y consistencia, igual que el zafarrancho en la nave.
A las dos horas aquello estaba sentenciado. Restero se hizo con el triunfo y Señac sonrió con un punto de amargura, había vuelto a perder. Venía perdiendo desde hacía un año cuando Entelo murió pilotando su caza en la escuadrilla que comandaba. La partida de Monopoly era otro grano de arena que caía en ese reloj que taladraba su mente. Sabía que su fin estaba próximo.
Los implantes extrapiramidales de los tres hombres se activaron casi al unísono llamándolos a la acción. Señac se guardó en un bolsillo del mono su ficha del Monopoly.
Pocos minutos después estaban en el espacio, alrededor de su destructor, como aleteantes pajarillos que titubeaban un poco a la hora de tomar una determinación. Señac dio la orden y partieron en dirección al campo de batalla. Su ficha del Monopoly estaba aún en su sitio.
Las cosas no fueron bien para los galácticos y, entre otros muchos, el caza de Señac fue alcanzado por fuego enemigo. Con la despresurización la ficha verde de Señac fue eyectada al espacio.
No se posaría en tablero alguno por el resto de la eternidad, al igual que los restos de Señac, piloto de combate.

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