lunes, 16 de abril de 2012

El informe

El informe surgió de las profundidades mentales de la intelligentsia de la oficina, ascendiendo a la superficie del papel en borborigmos y espasmos, o sea en forma de borrones mentales empastados. Naturalmente había que leer el informe para descubrir tales deformidades y monstruos, cosa que no era tan frecuente en la cadena humana que unía a genitores con receptores y lectores finales. De hecho, sólo una secretaria interina adivinó e interpretó cabalmente el alcance del destrozo producido. Pero como la cosa no iba con ella se limitó a iniciar un mohín entre resignado y alterado que no acabó siquiera de esbozar.
El informe se evacuó.
Cuando alcanzó los más altos estratos de la incompetencia administrativa, descansó y reposó. Su lectura fue aparentemente meditada y reposada, deglutida y digerida. Pero en realidad, su utilidad fue, simbólicamente, la de papel de letrina. Los manchones iban acumulándose, y ya no destacaban los originales. Cuando los distintos tintes se fueron secando, se unificó el mapa mental resultante de la exposición a tal engendro.
Colusión de intereses, hubiera alertado cualquier periodista, pero ninguno pasó por allí. En efecto, la oscura red de mentes pensantes que se anudaba por todo el ministerio y de la cual era uno de los nodos menores aquella lejana oficina, tenía por norma de acción fundamental la homeostasis, y así fluctuaba entre varios potenciales sin salirse nunca de los límites de variabilidad estipulados a fuego en la mente y el corazón de aquella raza de funcionarios.
Resultado: la apariencia de resultado, que no alteraba nada importante, ni siquiera baladí. Recuerdo que el informe fue perfectamente registrado y archivado.

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