martes, 1 de mayo de 2012

Vacación soñada

 
Pedro soñaba con volar a Croacia y dormitar en una playa semi-desierta, a ser posible. A Nacho le hormigueaban la nariz y las meninges a propósito de otra nariz, la de la Gran Esfinge. Curro revoloteaba mentalmente por el Tirol y aledaños. A qué seguir, la variabilidad de ansiedades, deseos e ilusiones del personal en relación con el tema vacaciones, era tan amplia como dilatada la tropa.
Pero aquel año, había decidido el jefe, se cerraba en agosto, lo que contentaba a unos e indisponía a otros, más o menos por igual. Egipto, por ejemplo, quedaba relegado ad calendas graecas. El Tirol OK. Ya contritos, o bien contentos, todos comenzaron con los preparativos de la gran vacación anual. Se respiraba un ambiente raro en la oficina, mezcla de ansiedad por la proximidad del evento y relajación por sus consecuencias. Nadie añoraba desde luego otra atmósfera mental. Pero, curiosamente, nadie parecía demasiado conmovido tampoco.
Las cosas se mantuvieron a medida que se acercaba el 1º de agosto. La noche anterior a la salida, casi todos sufrieron algún problema de sueño, las vueltas en la cama se empezaban a contar, los pensamientos rumiatorios se acrecían. Derrotados pero contentos amanecieron los veraneantes, pues ya ésta era su condición, el primer día de agosto. Todos se encaminaron a la oficina de Sueños y otras Imposibilidades, que estaba bien céntrica.
Aquel día el programador central de cielos había estatuido nuboso con claros en toda la macroesfera. Poco a poco, tras rigurosa cola, se fueron adentrando en las oquedades dispuestas al efecto para los soñadores, ilusos y alucinados, como eran tradicionalmente denominados los usuarios de aquella oficina.
Y, conectados al sistema mediante ondas bidireccionales empezaron a soñar, a alucinar con sus destinos elegidos. La sensación era óptima, lástima que debido a las restricciones al uso, la utilización de aquellos simuladores se restringiera a una vez al año como cuando antiguamente, en la Tierra, los países occidentales acordaban vacaciones para sus trabajadores. Y el cupo de vacaciones se agotaba, pues la Sala del Suicidio Inducido funcionaba a pleno rendimiento para aligerar personal, y carga a la macroesfera. ¿Qué hubieran dicho los sindicalistas de antaño?

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