lunes, 2 de julio de 2012

La comisión

Resistencia a la autoridad. Esa fue la conclusión de la comisión que investigó el asunto en el que se vio implicado el funcionario Periáñez. Acababa de sesionar y sus miembros se distendían tomando un café en la salita al efecto, soleada y recoleta.
Poco después, ya solazados partieron cada cual a vacar con sus obligaciones respectivas. La comisión era informal y no elevaba sus informes a autoridad alguna sino que residían sus conclusiones en el fuero interno de cada uno de sus miembros.
Ya habían pasado los tiempos de los tribunales de honor en cualquier corporación de que se tratase, así que, a efectos prácticos, se reducía a un cuchicheo cotilla redorado por la aparente formalidad de sus actos. Todos representaban su papel y ninguno sobreactuaba. Sólo en el caso fortuito del ascendiente personal de algunos de sus miembros trascendían sus resultados como una onda que, amplificándose, iba engullendo al resto del personal influyendo en sus actitudes respecto del investigado. Pero esos eran casos raros, aislados.
Históricamente la comisión, en sus sucesivas encarnaciones era la viva muestra de la mediocridad de sus componentes que tenían que buscar en el falso oropel en el que se envolvían la superación de sus angustias personales. Así fue en esta ocasión. El ansia de Periáñez por abroncar a cualquier guardia municipal no tuvo consecuencia alguna.

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