El alba y el ocaso son equivalentes, desde cierto punto de vista, pero también simétricos, en espejo, desde otro. Como el amor y el odio.

El aforismo suele ser una verdad en equilibrio inestable. Ej., uno mío: "Las apariencias son arte, la realidad suele quedarse en bufonería."

Una forma de onanismo religioso: la radio recita sus mantras y el hombre dispone la emisora. "Gira el dial", dice el ángel de la guarda mental y la ruleta girará una vez más. La idea central del onanismo es el círculo, volver a empezar sin principio ni fin. El rezo y muchas otras actividades siguen el mismo principio. Y cuando el dial se detiene y toma forma la plegaria, ¡qué saber estar el del oído atento! En la radio, como en la vida, siempre se vuelve a empezar.

Será, cómo no, el Siglo de las Luces el que invente el método de ensayo y error en la escritura. Se le llamó lápiz.

El punto de fuga es el único horizonte que se puede alcanzar. El arte...

Cuenta, pero por favor no cuentes las piedras del camino.

La sangre que fluye no abreva de la sangre que mana sino que la restaña. Darse al otro es abreviar la herida.

La nada se contiene a sí misma, por eso es tan precisa. La vida es la búsqueda de lo impreciso en el silencio, por eso no tiene fin.

Conté para morir un poco más allá, pero naturalmente, seguí muriendo escandalosamente cerca.

Un ejemplo sencillo de que es antes la percepción que el acto: para emprender la travesía hay que mirar al horizonte.

Los Magos en su caminar, atravesaron las ruinas de Palmira emocionales que perforaron para encontrar el oro negro de nuestras rumiaciones. Lo envasaron y nos lo regalan para que no nos curemos de nuestro caudal de espontaneidad.

Quien acuna sus sueños no se levanta dormido.

La boca de la certeza es la misma que la de la incertidumbre porque se da amplitud al paso y se ahorra en carnada. Crecer y menguar son los pesares que nos da el alma.

Los sueños y también la fantasía, regulan el tráfico superestructural de las emociones, el infrastructural puede relacionarse por ejemplo con mover un centímetro de su lugar de reposo el cenicero en la mesa baja del salón. Al menos para los neuróticos obsesivos, que son los científicos de la emoción.