La mayoría de los mortales ponemos información donde debería haber pensamiento. Mientras que la sabiduría es pensamiento disfrazado de información.

Ya no se lanzan admoniciones del tipo de: "Recuerda que eres mortal..."
Ahora se dice: "Lee ese prospecto...(y sus efectos secundarios)".

No somos tanto creadores de mundos cuanto recreadores. Eso nos estabiliza (porque el mero hecho de ser es desestabilizador).

Mente y mundo son mutuamente intercambiables. Es por eso que vivimos en algún sitio.

El tiempo, para la mente, se mide en sentimientos.

La razón da una y otra vez el mismo paso porque se obceca. El sentimiento finta una y otra vez porque tiene razón.

Los números son los cuantos de la Razón. La Razón es la continuidad de los números.

El infinito es la única pareja de baile de la eternidad, lo que es como decir que a los números les está prometido el Paraíso.

En política, eternidad es otro nombre que se le da al Estado.

La pornografía es la culminación de la contemplacion de la guerra erótica porque desemboca en un ejército vencido...y agotado.

Como decía un buen amigo esta mañana, que el amor tenga edades es cosa indiscutible. Ahora bien, cuándo empieza a tenerse en pie o a aprender a hacer testamento, pongamos por caso, es cosa discutible.

Si nuestras mentes fueran omniscientes no seríamos inteligentes: Estaríamos siempre donde querríamos estar y querríamos lo que tuviéramos, luego no haríamos nada. No hablaríamos, ni tampoco pensaríamos (¿para lograr qué?). Si somos inteligentes es porque no somos perfectos.

Si haces algo bueno no te lo van a retribuir.
Si haces algo malo, si tienen oportunidad te lo van a retribuir.
Pero como normalmente no van a tener oportunidad, se lo van a retribuir a otro que no tiene la culpa.

Y el infierno se abrió. Nacho abrió la claraboya y miró al exterior. Había montoncitos de hojas agostadas por el verano dispuestas al borde de la acera. La brisa hizo rechinar los goznes. El infierno se abrió.

Rescató la botella del mar. Contenía un grano de sal y una hoja de papel cubierta de trazos desvahídos. Jugando, el perro la rompió contra las rocas y se comió su contenido. Robinson Crusoe contemplaba la escena. Horas después examinó las heces de su perro y se dijo, satisfecho, "No queda nada". No sabía todavía que Viernes iba a curarle de su misantropía.

El rompehielos cruza el Martini on the rocks del crepúsculo ártico. A bordo viaja un agitador (de masas). ¿Si agita el Martini podrá deshacer el hielo? Y si lo consigue, difícilmente podrá utilizar el caos resultante como metáfora política.

- "¡Sorpresa!", le dijo la desilusión a la esperanza.
- "Te esperaba desde ayer", le respondió.
(La depresión llega jadeando y se instala entre las dos).
Al fondo el mañana sigue barajando.
- "¡Envido!", ¿quién dijo eso?