Pongamos
que hablo de Balzac. ¿Su gran fresco "La comedia humana" era para él
más ciencia que literatura? Lo da la época, principios del XIX, Balzac
se propone elaborar una síntesis y categorización de las pasiones y
afectos humanos, con bisturí de cirujano y aguja de entomólogo.
¿Ilusión? Quizá, pero el resultado no es menos admirable a casi
doscientos años vista: la literatura vista por sí misma.
domingo, 30 de octubre de 2016
lunes, 24 de octubre de 2016
viernes, 21 de octubre de 2016
martes, 18 de octubre de 2016
domingo, 16 de octubre de 2016
La república laica en América, Uruguay. Lo fue y quedan vestigios pese a
que ya haya perdido fuerza impulsora como idea tractora para nuevos
valores políticos y sociales del paisito, como dicen los argentinos. Me
dicen, no me susurran, que está poblada por hipócritas. Algún observador
español de buena vista me proporciona el dato. Si fuera cierto, ¿sería
por obra de la regresión, económica en primer lugar, de los últimos
cincuenta años? Cuando fui, pasé fugazmente, vi un país congelado en el
tiempo, hace ya bastantes años de esto. ¿Será que el aparato
refrigerador que lo contiene está averiado y se pudren los alimentos?
Seguramente no lo sepa nunca, pero queda viva la añoranza por la costa
atlántica y sus Atlántidas utópicas de pintores y artistas.
viernes, 14 de octubre de 2016
miércoles, 12 de octubre de 2016
Borges, escribiendo "Ficciones" tuvo una visión: el mundo se
empequeñecía hasta quedar reducido a un punto y luego se expandía
indefinidamente. "¿Desde cuando las visiones místicas son partículas
elementales de la ficción?", se dijo, y continuó con su labor
quedamente. No sé si sabía que él era el mundo y el mundo era él.
martes, 11 de octubre de 2016
Sentada en su taburete puesto sobre la surgencia de las emanaciones de
gases tóxicos está colgada la Pitia en el santuario de Delfos. Sus
gritos de paroxismo son interpretados por los sacerdotes que emiten el
oráculo. Hoy día la estadística permite hacer predicciones, con un
margen de error, también definido probabilísticamente. La ciencia nos
salva...Pero en el margen de error entra la Pitia y su injustificada
ciencia.
domingo, 9 de octubre de 2016
Vivir
es abrir la memoria, o no dejarla cerrarse, ocluirse, y matar sin miedo
a los moribundos y resucitar con ansia a los siemprevivos. Pero seguir
vivos es seguir recordando y urgiendo al recuerdo a que nos alcance
siempre allá donde nos encontremos.
Seremos una y otra vez lo que ya hemos sido casi sin darnos cuenta de
que nuestras vidas no son más que repetición de nuestras mismas vidas
mientras seamos fieles a nosotros mismos. Vivir es recordar porque
siempre estamos recorriendo los mismos caminos, saltando de uno a otro, y
haciéndonos mientras nos deshacemos.
jueves, 6 de octubre de 2016
El latín no es una lengua muerta, la prueba es que es el idioma oficial
de un Estado, la Ciudad del Vaticano, pero no puede tener ya
descendencia legítima: sus hijas hace ya mucho que abandonaron el
"nido". Sin embargo, es la única lengua en que se puede decir el nombre
de la rosa, "rosa, rosae", sin mentir ni a la rosa ni a quien vaya
dirigido el mensaje, pues no puede obtener beneficios, ni en
consecuencia generar pérdidas, de la emisión de sus fonemas al ser una
lengua sin tierra, luego desenterradas sus raíces y su conexión con la
vida nuestra. Y sólo lo que no es objeto de comercio, sea real o
metafórico, puede decir verdad.
lunes, 3 de octubre de 2016
El letargo
“Siempre es uno”, se camelaba Victoriano a sí mismo mientras deshinchaba la rueda de la bicicleta. Seguro de caminar equilibrado, contuvo el aliento al imaginar la proeza de atravesar sobre un alambre las cataratas del Niágara. Sí, siempre era uno mismo en las ensoñaciones tan frecuentes en las que se recreaba sin rebozo espiritual alguno. Porque Victoriano vivía para soñar despierto y no concebía otra vida que la vida soñada. Era un experto durmiente que programaba meticulosamente sus sueños -y alguna pesadilla- con talento de regidor.
Esa rueda...era un elemento discordante en la bien rodada vida soñada de Victoriano. Daba largos paseos en bicicleta recorriendo siempre los mismos barrios y andurriales de la ciudad. Pero la rueda trasera empezó a enflaquecer, a ganar en flaccidez. Y por más que la revisaba, la cámara, recauchutados, presión de aire adecuada...no lograba ya pasear a gusto.
Victoriano, hombre de hábitos bien marcados, no concebía que el mundo le opusiera una resistencia notable. Su regularidad en los asaltos del combate de boxeo que era la vida le salvaba de ser noqueado y su agilidad, cultivada mediante la versatilidad soñadora, le libraba de duros golpes. Por eso le parecía que la rueda le tomaba el pelo.
Exactamente, eso. La rueda se había propuesto desprogramarle la vida. Y Victoriano sabía que aquello no lo podría solucionar deshaciéndose de la rueda. Eso sería postergar, diferir el problema que la rueda representaba o simbolizaba, encarnizadamente. Todavía seguro de sí mismo, Victoriano soñó con la rueda. Preparaba sueños poliédricos, de escenarios en espiral ascendentes o descendentes, pero siempre manipulándola.
Creía sinceramente que, puesto que la vida es sueño, los sueños hacen a la vida. Pero día tras día, la rueda seguía dándole problemas. Victoriano vivía solo casi desde que empezó a soñar despierto, desde su juventud. Se llegó a preguntar si la rueda no sería un reflejo de su vida de la que hábilmente había logrado despejar cualquier oportunidad de vivir en pareja.
Sí, la vida podía estar devolviéndole los golpes que en solitario no le había podido propinar, a través de un Otro que era un objeto, no una persona a la que pudiera apartar de su lado. Empezó a soñar con ruedas antropomórficas, una suerte de Venus-Michelin. De la noche a la mañana empezó a sentir predilección por las mulatas del barrio. Victoriano casi nunca se había fijado en las mujeres. ¿Le habría llegado la hora?
Seguro de sí mismo, Victoriano comenzó a frecuentar cierto boliche que era el predilecto de las gentes de color. Ya no era joven pero todavía se conservaba en una forma física aceptable. Acostumbrado a sostener diálogos ingeniosos y llenos de chispa fantaseando con los más variados interlocutores no le costó mucho pegar la hebra con cierta hembra que por allí rondaba.
Todo lo demás es pan, amor y fantasía. Ciertamente Victoriano había triunfado.
“Siempre es uno”, se camelaba Victoriano a sí mismo mientras deshinchaba la rueda de la bicicleta. Seguro de caminar equilibrado, contuvo el aliento al imaginar la proeza de atravesar sobre un alambre las cataratas del Niágara. Sí, siempre era uno mismo en las ensoñaciones tan frecuentes en las que se recreaba sin rebozo espiritual alguno. Porque Victoriano vivía para soñar despierto y no concebía otra vida que la vida soñada. Era un experto durmiente que programaba meticulosamente sus sueños -y alguna pesadilla- con talento de regidor.
Esa rueda...era un elemento discordante en la bien rodada vida soñada de Victoriano. Daba largos paseos en bicicleta recorriendo siempre los mismos barrios y andurriales de la ciudad. Pero la rueda trasera empezó a enflaquecer, a ganar en flaccidez. Y por más que la revisaba, la cámara, recauchutados, presión de aire adecuada...no lograba ya pasear a gusto.
Victoriano, hombre de hábitos bien marcados, no concebía que el mundo le opusiera una resistencia notable. Su regularidad en los asaltos del combate de boxeo que era la vida le salvaba de ser noqueado y su agilidad, cultivada mediante la versatilidad soñadora, le libraba de duros golpes. Por eso le parecía que la rueda le tomaba el pelo.
Exactamente, eso. La rueda se había propuesto desprogramarle la vida. Y Victoriano sabía que aquello no lo podría solucionar deshaciéndose de la rueda. Eso sería postergar, diferir el problema que la rueda representaba o simbolizaba, encarnizadamente. Todavía seguro de sí mismo, Victoriano soñó con la rueda. Preparaba sueños poliédricos, de escenarios en espiral ascendentes o descendentes, pero siempre manipulándola.
Creía sinceramente que, puesto que la vida es sueño, los sueños hacen a la vida. Pero día tras día, la rueda seguía dándole problemas. Victoriano vivía solo casi desde que empezó a soñar despierto, desde su juventud. Se llegó a preguntar si la rueda no sería un reflejo de su vida de la que hábilmente había logrado despejar cualquier oportunidad de vivir en pareja.
Sí, la vida podía estar devolviéndole los golpes que en solitario no le había podido propinar, a través de un Otro que era un objeto, no una persona a la que pudiera apartar de su lado. Empezó a soñar con ruedas antropomórficas, una suerte de Venus-Michelin. De la noche a la mañana empezó a sentir predilección por las mulatas del barrio. Victoriano casi nunca se había fijado en las mujeres. ¿Le habría llegado la hora?
Seguro de sí mismo, Victoriano comenzó a frecuentar cierto boliche que era el predilecto de las gentes de color. Ya no era joven pero todavía se conservaba en una forma física aceptable. Acostumbrado a sostener diálogos ingeniosos y llenos de chispa fantaseando con los más variados interlocutores no le costó mucho pegar la hebra con cierta hembra que por allí rondaba.
Todo lo demás es pan, amor y fantasía. Ciertamente Victoriano había triunfado.
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