domingo, 15 de enero de 2017

La sentencia era firme y ejecutable de inmediato. Una vez nacido nunca supo de justicia ni de cordura. Aprendió a llenarse los bolsillos y a olvidarse de los descosidos. A las puertas de la muerte, recuperó en su memoria el viejo legajo de su sentencia: "Condenado a vivir". Empezaba a descorrerse la tinta. Y cuando quiso pronunciarla ya no sabía hablar. Los funcionarios de la justicia del Universo se dieron palmadas en el hombro, "caso cerrado".

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