La sentencia era firme y ejecutable de inmediato. Una vez nacido nunca
supo de justicia ni de cordura. Aprendió a llenarse los bolsillos y a
olvidarse de los descosidos. A las puertas de la muerte, recuperó en su
memoria el viejo legajo de su sentencia: "Condenado a vivir". Empezaba a
descorrerse la tinta. Y cuando quiso pronunciarla ya no sabía hablar.
Los funcionarios de la justicia del Universo se dieron palmadas en el
hombro, "caso cerrado".
No hay comentarios:
Publicar un comentario