sábado, 4 de marzo de 2017

- Para sentar cabeza definitivamente, hijo mío, lo primero que tienes que hacer es poner un laberinto en tu vida.
- Padre, ¿y qué ganaría en ello?
- Perderías el miedo a los errores, a las pérdidas, a los problemas por resolver.
- ¿Y así sería más feliz?
- ¿Necesitas una respuesta? Piénsalo bien.
El hombre caviló, bajó la testuz y holló con el pie en el polvo del camino.
- Llevas razón, ni quiero una respuesta, ni la necesito.
Su padre, ciego, apoyó su peso en el bastón blanco y se movió balanceándose suavemente, mientras tarareaba la canción de su amor.
Y luego, quedos los dos, reanudaron el camino.

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