viernes, 21 de julio de 2017

El reloj siempre marcará la hora, perspicaz, como la brújula imantada señala al norte. Y siempre serán las doce a las doce y la una dentro de una hora y sucesivamente. Lo que plantean los relojes es el síndrome del desgaste del tiempo, pues el tiempo vuelve a comenzar irremisiblemente cada veinticuatro horas, pero, ay, algo mellado. Y con el polvillo del tiempo desgastado, que tiene cualidades mágicas, empieza una vida, y también termina. Hora nona, ¿por qué nos abandonas?

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