miércoles, 23 de agosto de 2017

En los días que vivimos, tal parece como si la libertad democrática fuera considerada como un salvoconducto para establecer una relación entre iguales que se reconocen el derecho a atacarse sin piedad, aunque con la ilusión inconfesa de no sobrepasar el límite de la destrucción de su mutua igualdad. Esa ilusión vana del sumo igualitarismo es la que conlleva la pérdida real de la libertad.

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