domingo, 1 de octubre de 2017

Vita nova

La suavidad del canto de los pájaros por entre los árboles fronteros agita mi espíritu, ya de por sí proclive al devaneo y la percusión.

Adviene la semilla en flor de almendro bajo mi mirada miope y tenuemente desvaída. La señal de que nunca he necesitado drogarme se acaba de hacer patente.

La provisión de pertrechos es suficiente como para no requerir de estímulos adicionales con que acariciar el mando del televisor.

La línea de la vida se desarrolla a través del canto de los pájaros (¿por entre los árboles fronteros?) y su melodía se enzarza en suave disputa con el regusto medio amargo de la almendra en mi boca.

- Barajando, barajando -

No hay quien pueda con ella, con la vida, pero siempre está a punto de decirnos que no. Sólo que no la dejamos.

El hombre que es todos los hombres, y el único hombre, está ahí, todavía, cuando he despertado de la siesta.

La verdad no me habita pero el ardite que no me importa, sí.

Y esto y aquello y todo esto, ¿sólo por decir sí? Haberlo dicho antes, hombre.

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