jueves, 28 de diciembre de 2017








Los silencios de la vida

¿Qué silencio vamos a abarcar? ¿Cuánta monotonía podremos soportar? La unidad de la mente viene dada por sus silencios, sí, por la forma que tiene de guardar silencio a trechos.

A modo de pegamento que une los trozos dispersos y lanzados en todas direcciones, el silencio mental, en una suerte de definición negativa, recompone y da forma a la unidad de la mente.

Es una linde sin nombre que recorre todos los pensamientos, los más variados y procelosos. A modo de banda de gutapercha que une los distintos trozos en formas y figuras unitarias.

Por eso es tan difícil de conseguir. Hacer silencio en la mente requiere de muchos trabajos y penas. Pero no es tan difícil lograr microsilencios, hiatos, que son los que en forma microscópica, unen y suturan los pensamientos.

¿Lo que no es pensado, puede ser dicho? Es muy posible que no. Así, tenemos la impresión de que nuestro pensamiento fluye, de forma más o menos continua. Pero si no hubiera contraste entre dos pensamientos, ¿cómo los distinguiríamos? ¿Cómo podríamos hablar de pensamiento, pensamientos, sin hiatos entre ellos?

La función primordial de la palabra es vaciar, vaciar la materia que la recubre y dejar espacio para el silencio. Decir es no decir, en cualquier sentido. Decir es definir todo lo que no se dice.

La figura en la alfombra se produce por contraste con los huecos en su gestalt. Su binomio forma-no forma es lo que la define. El sentido viene por ahí, directamente. No hay sentido que no acarree su sinsentido correspondiente, y complementario.

Recorrer los caminos de la vida nos lleva a hacerlo con mucho cuidado de no pisar sus huecos, para no torcernos el tobillo del sentido. Los vivos no tienen sentido sin sus muertos y así ha sido siempre.

El espacio es libre, es libertad. El espacio entendido como vacío de alguna manera. La sutura es indispensable, ya lo hemos visto. Y el recorrido por la linde que lo diseña es el camino de la vida.

Y de la mente. Indistintamente. Porque toda vida es mental en algún grado. Y la materia viva es materia mental, tan liviana como sus silencios, sus hiatos y sus contrastes. La vida no sería si no se pudiera pensar.

Y así, ¿el silencio es también pensamiento, palabra, vida? Indudablemente. Es el correlato de todos estos significantes. Porque la corriente del silencio atraviesa todo lo viviente.

Y cada silencio es diferente. No hay indiferenciación de los silencios. El silencio contextualiza y vive por sus contextos. Así, cada silencio corresponde exactamente a un nodo mental o vital determinado.

Lo que ocurre es que no debemos diferenciar los silencios. Porque si lo hiciéramos, si lo intentáramos conscientemente, volveríamos al inicio de la rueda y tendríamos de nuevo que vernos con pensamientos, palabras y vida.

El juego de manos del silencio es ser lo que no es, de alguna manera. El silencio, tiene que ser silencioso para poder seguir siendo. Si hablara, moriría en el acto y nosotros pereceríamos con él.

La misión del silencio es jugar con la palabra, con el pensamiento, con la vida. Jugar, hacerles jugar, obligarles a jugar si fuera necesario. Porque de por sí, son tan serios todos ellos...

La verdadera faz del silencio es la del niño, del cachorro. Cuando está embebido en su juego primordial y no emite un ruido, probando con la pata el movimiento de la araña que se esconde.

El niño es la versión de bolsillo de nuestros silencios adultos. Pero no sólo eso sino que incorpora en su identidad infantil todas las virtualidades de nuestros adultos silencios. Sólo que es demasiado silencioso...

Sus gritos y rebuznos son una mera cortina de humo para ocultar su verdadero ser silente. El niño juega. Esa es toda su seriedad. Y nada le apartará de su camino. Tiene toda la voluntad del mundo y juega con ella.

------------------------------------------

Se lee en silencio. Bueno, no al principio. Hasta la Edad Media no se leyó en silencio. Porque es demasiado peligroso para el hombre embeberse de sí mismo. Ensimismarse es palabra fuerte.

Recorremos toda la disyuntiva de los silencios en la lectura. Hay pausas, momentos insensibles o por el contrario, muy sensibilizados, hiatos. El silencio ilustrado es la culminación del silencio de la mente.

Sólo en el sentido de trampa evolutiva, muchas veces. Porque ya nada puede romper ese coriáceo panteón de los silencios vivos que es un lector de libros. Hasta aquí hemos llegado, al fin del mundo conocido...

Aseguran algunos que el silencio es muerte. Es posible. La muerte es la contraparte de nuestras vidas, nuestra compañera ideal, y nuestro fin. Si los silencios fueran pequeñas muertes, cada uno de ellos comportaría una pequeña resurrección.

A no ser que negáramos la unidad del ser, la identidad. Y que estuviéramos formados de innúmeras entidades reunidas y abrochadas por los silencios correspondientes. Como bien pudiera ser.

Si así fuera, si la vida fuera una miríada de polvillos de vida dispersos por todas partes, no temeríamos a la muerte, pues cada muerte sería sustituida inmediatamente por una vida nueva en nuestras vidas macroscópicas.

Seríamos un tegumento de inmortalidades, bien dispuestas al sol que más calienta de la vida nuestra de cada día.

La percepción que tenemos de los silencios vitales es variada como no podía ser menos dada la variedad de experiencias y de vidas que nos componen y con las que estamos en contacto, permanentemente.

La situación se presenta, como un campo de batalla, con apariencia caótica y desorganizada, pero si nos fijamos con atención percibiremos unos hilos conductores y organizadores de todo el movimiento.

Es la vida que se renueva constantemente y que nos deja sin más, sin palabras y exhaustos.

1 comentario:

  1. Profunda disección del silencio la que nos ofrece el escritor José Zurriaga. Sin dudarlo, me quedo con el primigenio silencio de la infancia, tan puro y misterioso a partes iguales.
    Otro profundo análisis de nuestro querido autor para terminar el año. Que el 2018 sea al menos igual de creativo.
    ¡Felicidades!

    ResponderEliminar