domingo, 11 de marzo de 2018








Dejad que proliferen las sectas

Déjenme que les cuente qué pasa cuando se taponan los recambios generacionales de escritores, más hacia acá de los últimos -o penúltimos- consagrados hacia los años 80 en España.

La reacción es la aparición de sectas literarias que emergen como coaliciones de perdedores que se dan apoyo mutuo, sostén y, sobre todo, palabra -y lectura en su caso-, endogámicamente.

Es el caso de las sectas literarias igualitarias, en las que no descuella ninguna personalidad en particular y todos son mediocres corifeos de su propia obra y milagros.

Normalmente este tipo de secta tiene escaso recorrido temporal, pues se agotan en sí mismos los combustibles y propulsores que permitan su navegación, dado el carácter ritualístico y onanístico de las prácticas de la secta.

También se puede dar otro tipo de secta, aquella liderada por un personaje que, tomado individualmente es un escritor de tercera o cuarta fila, pero que descuella entre sus pares sectarios adoradores.

En este caso, el escritor se nimba de una aureola de falsa brillantez y relumbrón, visible sólo para sus acólitos y que, puesto que la mayor parte del tiempo no sale del reducto de su secta literaria, parece imprimirle carácter.

Característica notable de este segundo tipo de secta literaria es la miseria moral en que se enfangan los sectarios adoradores, pues para mejor hacer resaltar las virtudes del líder, es necesario aparentar el proporcional hundimiento en la bajeza de sus seguidores.

Esto da lugar a muchas situaciones risibles, en las que se muestra a la cabeza de ratón, pues no pudo ser cola de león, ensalzado en levitación cuasi mística pues tiene que repartir parabienes y admoniciones, en equilibrio inestable para mantenerse en lo alto de su sitial.

El proceso de creación de la secta literaria no suele ser muy prolongado, pues desde sus inicios, allá en los años 90, se dieron las condiciones de sostenibilidad necesarias para imprimir el detonante y la energía subyacente para su puesta en circulación.

Sí que es digno de mencionar que, con el transcurso de los años se ha ido erigiendo toda una superestructura alrededor de las sectas literarias para su reacomodo y realimentación.

Por ejemplo, las editoriales bucaneras, que navegan al impulso del mejor postor o, las más de las veces, al impulso del remar igualitario de los remeros escritores que aspiran a publicar.

A toda costa. Así, las editoriales bucaneras se alimentan de las ansias y prurito que da comezón y pimienta literaria a los remeros de a pie.

Naturalmente, todos sabemos de lo que estoy hablando. Una forma solapada de autoedición, cuando no descarada, que cubre costos y gastos de edición sobre las cargadas espaldas de los remeros de baja estofa.

Puede decirse que se ha ido generando, con el transcurso de los años, todo un entramado de recorridos, eventos y saraos literarios, o paraliterarios, en las covachuelas y locales que les han dado maltrecho cobijo.

Claro está que la resonancia de tales eventos se circunscribe única y estrictamente a los propios participantes y consumidores, autosuficientes, de tales apacentamientos.

Así, paradójicamente, la obra ha perdido toda relevancia literaria estrictamente hablando, pues productores y consumidores se confunden en incestuosa relación.

Con lo que la obra, sin peso alguno por sí misma, se convierte en mera contraseña y carta de presentación, al mismo tiempo, de los nuevos escritores, aspirantes a acceder a tal o cual secta literaria.

Lo importante para entender su funcionamiento sectario es comprender que lo meramente literario ha perdido toda su función en detrimento de una pantanosa y emponzoñada serie de relaciones simultáneas y sucesivas de apareamiento virtual mutuo, en las sectas igualitarias, y con el líder, en las demás.

Así, todas las características del más bajo amor-odio en la vida real, se reproducen en estas relaciones siempre virtuales, bien que puedan llegar a ser de carne y saliva o de carne y hueso.

En efecto, puesto que el objeto fingido deseado, la obra literaria, carece de entidad, se desplaza a la cópula virtual el encargo de dotar de contenido y sentido a las sectas literarias.

Se entiende que se copula en relaciones de apareamiento que no tienen otro efecto que la generación del feto literario, o resorte, agudeza, ingeniosidad, boutade, trampa verbal o trampantojo que dan curso y seguimiento a las reuniones de las sectas.

El feto literario siempre tiene aromas abortivos pues es su característica que nunca llega a su fin, lo que hubiera dado lugar a la consagración del o de los escritores, sino que siempre se queda a medio camino, entre dos aguas más o menos fecales.

Tal es el panorama que se encuentra, a principios del siglo XXI, el bisturí literario que quiera hacer la disección, pues otra palabra no encuentro, de la vida literaria en la España actual.

¿Qué pasará cuando desaparezcan los miembros consagrados de la generación literaria de los 80, felizmente reinantes, por muerte natural o inducida?

Napoleón decía: “L´intendance suivra” (la intendencia seguirá), al aludir al alargamiento excesivo de las líneas de un ejército en movimiento hacia...¿la nada?

La nada real y que fructifica a ojos vista es, actualmente, la red de las redes sociales, en marcha hacia...la desconsagración, la deconstrucción de los escritores.


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