lunes, 30 de abril de 2018

La hidromiel se le administra a los dioses del olimpo en gotas: cada gota es una de las palabras de todos los mitos.

jueves, 26 de abril de 2018

Una clepsidra -el reloj de agua de los egipcios, vamos-, es la metáfora perfecta de lo que le falta a la ciencia actual tan masificada, estandarizada y compactada: una gota de lluvia en las venas.

domingo, 22 de abril de 2018








La secta

Las hazañas bélicas no cesan de incrementarse en el imaginario colectivo de nuestras sociedades.

Desde el último gol de Messi (o de Cristiano), hasta la última fuga de cerebros en Cataluñya, pasando por la más reciente masacre de algún instituto norteamericano.

Nuestras sociedades viven, aspiran el oxígeno, de los pelotazos que proporcionan las hazañas bélicas que se (nos) propinamos.

Es bien cierto que la vida sería mucho más aburrida sin esos chutes casi continuos de adrenalina mediática.

Pero también tendríamos unas sociedades más proclives a la virtud de la paciencia, tan loada y tan escasa por nuestros lares.

La paciencia es una gran virtud, muchas veces menoscabada, que, individual y colectivamente, llenaría de templanza y atemperaría las bruscas oscilaciones cardiovasculares a que nos sometemos.

Una persona paciente, sabe controlar los tiempos y los movimientos de su vida y de su entorno, prolongando los buenos momentos y mitigando los malos, tomando buena nota de los déficits, carencias y necesidades y proveyendo sus antídotos.

También son personas menos influenciables por la volatilidad del entorno y la chamusquina ambiental. Por eso, supongo, no se predica en ningún medio conocido la bonanza de la paciencia.

Se cuentan a cuentagotas las gotas de paciencia que fecundan el terreno hostil de nuestras vidas y vivencias.

Pero no tenemos nada mejor que hacer que manotear con aspavientos en el aire y delante de las caras de nuestros semejantes para contribuir a mantener como polvo en suspensión la polvareda mediática habitual.

Somos bípedos implumes de vuelo gallináceo, ese parece ser nuestro sino y destino en este mundo.

Tal parece ser que la mejor manera de proveer a nuestras necesidades fuera soplar para avivar el fuego de la fogata de nuestras vanidades (que siempre está ardiendo).

La cortina de humo que eleva nos impide vislumbrar más allá de nuestras narices, lo que siempre viene bien a los formadores de opinión, pues cuanto más cortos de miras seamos, más fácilmente podrán crear un horizonte plausible para nosotros.

Al contrario, las personas pacientes tienen una larga vista y visión amplificada, pues su costumbre de demorar y esperar a las mejores ocasiones dilata grandemente su horizonte temporal y visual.

Pero las hazañas bélicas tienen todos los visos de ganar la batalla de este primer tercio de siglo XXI, llenando nuestras miradas de imágenes a cual más terrorífica y sesgada, al tiempo que nos permiten aclamar a nuestros ídolos con gritos de guerra proferidos a tambor batiente.

Ya no son tiempos de sectas, como la pitagórica, que floreció en alguna ciudad del sur de Italia, la Magna Grecia (¿Crotona, Agrigento...?). Allí, las magistraturas de la ciudad estaban siendo ocupadas por los pitagóricos.

Gentes de semblante triste, oscuras vestiduras y célibes o abstinentes en su mayoría. Cuando la gente de la ciudad se dio cuenta de la situación, no tomó el rábano por las hojas.

Se organizó una razzia nocturna persiguiendo a todos los pitagóricos y se cuenta que el propio Pitágoras escapó corriendo campo a través de un sembrado de habas.

Conocida era la aversión que sentía por la tal mata de habas, no se sabe bien por qué. El caso es que se negó a que su cuerpo las rozase echándose contra el suelo para ocultarse y salvar su vida.

El pueblo de la ciudad le encontró erguido y le mató.

¿Desde cuando llevamos una vida de sectario sin secta?

Las vidas contemporáneas nos llevan a considerar el plantío de aberraciones noticiosas como un mullido colchón sobre el que posarnos, a diario, para resguardarnos de las inclemencias de hogaño.

No renunciamos a nada, hablando en términos de hedonismo, y así practicamos una templanza y abstinencia a la inversa, en espejo, metáfora esta tan característica de nuestra época.

Practicamos, eso sí, la uniformidad pensante más absoluta y cerrada, esto es, nos uniformamos rigurosamente de luto de pensar.

Y caminamos por las calles con semblante hosco, cuando no peregrino y desencajado.

Nadie nos quiere matar. Esperan a que muramos de muerte natural o accidental para otorgarnos algo de la paciencia que en vida no hemos sabido poseer.

Somos sectarios sin remedio.


jueves, 19 de abril de 2018

A oscuras o velado, ganaba más. Si es que hay una edad para el burka psicológico...
(...Eso transpiraba la censura ambiental)

Con lo bien que se está cuando te mean el lomo...agüita amarilla!

martes, 17 de abril de 2018

He vivido mal y he vivido bien, pero no sé mucho más. Si te parece poco, puedes consultar mi obra extendida, viviendo a tu vez.

domingo, 15 de abril de 2018

La evolución cultural es a la evolución de las especies como el estado de bienestar -con seguridad social para todos- al estado mercantilista pre-capitalista; pues con la evolución cultural no se hace ninguna selección de los más aptos, esto es, los descubridores de algún meme lo difunden a todos los demás, con lo que la aptitud se equilibra.
Pensándolo bien, esto no es exactamente así, pues es conocida la colisión de culturas de muy diverso grado de civilización, como el caso de los conquistadores españoles con las culturas indígenas de América.
En este caso, las bacterias, gérmenes y virus de los unos, arrasaron y aniquilaron a los otros.
Así pues, quizá habría que corregir la comparación inicial y decir que la evolución cultural es como la tía Mari Pepa que le repite a su sobrino-nieto -especie a extinguir en tanto que tierno infante- "Pepito, tú ganarás el premio Nobel...seguro."

viernes, 13 de abril de 2018

La lluvia y la brisa suaves son la cura que proporciona la civilización occidental a las tormentas que acompañan a los apocalipsis más variados (y debidamente empaquetados). De ahí que fuera del clima templado, ningún pañuelo suene bien los mocos.

sábado, 7 de abril de 2018








Del cero al infinito

Cuando yo era un crío, fue un éxito de ventas un libro titulado “El varón domado”, de Esther Vilar. Yo no lo leí, no recuerdo bien si entró en casa, ocupando pues un lugar en la parca biblioteca de mis padres, que yo profanaba desde los trece años en busca de excitantes propios de la edad.

En los 70´s españoles, bien que barceloneses, supongo que no pasaría de mera boutade, dada la situación legal y real de la mujer entonces.

No tengo más que recordar a mi madre, que dejó de trabajar cuando se casó, y se convirtió así en rehén de su marido, mi padre, por el resto de sus días.

Al principio supongo que le vino hasta bien quedarse en casa y cuidar de la prole que en sucesivas oleadas iba encallando a sus pies.

Pero ya cuando yo tenía trece años la cosa pintaba de muy otro color. A mi padre le airearon el lío que tenía entre manos en aquel momento y mi madre se hizo añicos.

En fin...cosas del final del franquismo que impuso una minoría de edad perpetua a la mujer.

(Recuerdo bien que el estado de guerra declarado entre mis padres pasó de guerra caliente a guerra fría cuando mi padre, en su exilio abuhardillado del domicilio familiar, se convenció de que nadie mejor que mi madre para que le lavara, y planchara, la ropa)

Pero pasó el tiempo y veinticinco años después, la situación de la mujer española había cambiado radicalmente.

Ya no sólo se trataba de que la igualdad legal en derechos y obligaciones con el varón se hubiera impuesto, sino que, desde ópticas feministas cada vez con mayor capacidad de convocatoria, se propugnasen medidas positivas para establecer, al menos, la igualdad real de la situación de varones y féminas.

El punto de inflexión, supongo, se produjo con las leyes del gobierno Zapatero. A partir de ahí, la mujer en España pasó a la categoría de vaca sagrada.

Entiéndaseme bien, el cuerpo de la mujer se convirtió en inviolable y la mujer pasó a detentar, en ciertas cuestiones, la supremacía legal respecto del varón.

Un buen indicador de lo que estoy diciendo ha sido durante todo este último periodo de la vida española la cuestión de las muertes de mujeres por violencia de género o machista.

Sólo se puede comparar la amplitud de la difusión y la contumacia en el dato con la que se dio quince años antes, pero durante un tiempo mucho menor, a la difusión de las cifras de muertes por SIDA.

En ambos casos se trataba de acongojar y hacer crujir los dientes a la sociedad entera española.

Respecto de la violencia de género, sólo habré de decir dos cosas. Tenemos el índice de violencia de género -muertes sexistas de mujeres a manos de hombres- de los más bajos de Europa, si no el más bajo. Y comparándonos por ejemplo con Noruega, donde hay más de 2000 muertes de mujeres por este motivo con una población de cuatro millones, creo recordar; sale a 200 veces la proporción sobre las 68 muertes españolas al año, con una población de 47.

Este me parece un indicador fiable de la situación mediática y social en la que nos encontramos.

La sociedad española se ha vuelto de las más permeables del mundo a la concienciación sobre estos hechos.

Me parece muy bien, dado el nivel bajísimo en términos morales y éticos del que partíamos no hace mucho.

Pero quiero llamar la atención sobre los riesgos de no retorno que se pueden producir en relativamente poco tiempo si seguimos por este camino.

Quiero decir que podemos encontrarnos con una cada vez más profunda sed de hacer realidad los augurios de la buena de Esther Vilar en sus libros, como aquel “El varón domado”.

Este cambio de óptica y de percepción sociales afecta tanto a los varones como a las mujeres, quiero recalcarlo una vez más.

Y traigo a colación un libro de la misma época, año arriba, año abajo, “Mundo macho”, de Terenci Moix.

Aquí se desatan las fantasías y delirios homosexuales de la época, finales de los sesenta, en una utopía social conocida como el Mundo Macho.

Un mundo sólo poblado por varones, adoradores de la sangre derramada en torturas y crueldades extremas que se infligen los unos a los otros.

En medio de una escenografía barroca de cartón piedra donde se mezclan abigarramientos estéticos de épocas diversas, cuanto más grandilocuentes, mejor.

¿Y la mujer en el Mundo Macho? Relegada a las cuevas del borde del desierto que rodea a tan feraz civilización, que son inseminadas una vez al año para renovar el género (masculino).

Estas mujeres se convierten en sagradas cuando en sus vientres germina el fruto, hasta el momento del parto.

Cuando los varones nacidos son retirados a sus madres y enviados a las casas colectivas donde se les adiestrará y enseñará adecuadamente para sus futuros destinos en la escala social.

Mundo macho es el inverso cuasi perfecto de la sociedad española actual.

La clave está en la sacralización de las madres gestantes, en aquel, y de las mujeres en general, en esta.

Lo dejo aquí.
Puedes decidir vivir, o puedes decidir no morir. No es lo mismo.
Morir produce satisfacción, excepto por el grano de no matar al dolor...
Vivir es indultar al dolor, pero...

miércoles, 4 de abril de 2018