jueves, 31 de mayo de 2018
martes, 29 de mayo de 2018
Los monjes budistas aprovecharon el día de sol en la altiplanicie para
echar a volar sus cometas. Jugaron a enlazar y desenlazar aire, papel,
madera y seda en un laberinto de corrientes de aire que eran
aprovechadas por los dragones. Cuando cayó al suelo la última cometa
(con el último dragón), la suerte del ritual de fertilidad estaba echada
y los campos, un año más, volverían a germinar.
domingo, 27 de mayo de 2018
viernes, 25 de mayo de 2018
Sólo sabe respirar el bien con donosura quien ha caminado por las
ciudades de Occidente o de Oriente con las manos entrelazadas para
soportar el alma propia. El saber hacer cabe en un portafolios que se
porta con cuidado bien agarrado a un costado. En ese conocerse a sí
mismo se vive bien y la profundidad del ataque es correlativa.
miércoles, 23 de mayo de 2018
sábado, 19 de mayo de 2018
Los
músicos en la caverna
Un
pobre hombre es la medida de todas las cosas. Cuánta humildad
intelectual hubieran tenido los jónicos...
¿Qué
evolución hubiera tenido el pensamiento occidental partiendo desde
esta premisa? ¿Se hubieran evitado ensoberbecimientos difíciles de
contener?
Chi
lo sa...
El
caso es que la frase me ha venido a la mente a la hora de plasmar en
este formato lector una grata experiencia cultural que tuve hace unos
días.
Curiosamente,
o no, youtube me propuso de repente dos o tres conciertos a cargo de
Arthur Rubinstein y alguno de ellos grabado en imagen y sonido.
Me
referiré a una grabación de 1975 con la London Symphony Orchestra,
y André Prévin. Seguramente esté remasterizada, pues la calidad de
la imagen es realmente buena.
En
primer lugar, la orquesta está compuesta exclusivamente por hombres.
Ninguna mujer a la vista.
Los
rostros de los profesores de la orquesta son estólidos, abotargados,
contumaces en el aburrimiento.
Se
palpa en el ambiente la noción de jerarquía social. Los profesores
son los obreros del asunto, sometidos a la férula tanto del director
como del solista de piano.
En
ningún momento se esboza ningún gesto que haga olvidar el abismo
social que separa a ambos mundos. Las miradas son aborregadas y
temerosas de incurrir en la ira de los Señores.
No
hay por tanto ningún atisbo de unidad orquestal para defenderse del
poder que emana de las alturas, ninguna mirada cómplice entre dos
profesores.
Además,
está anulada la sexualidad de todos los miembros. Supongo que en
primer lugar porque no hay ninguna mujer. Se trasluce lo que expreso
en el movimiento de la cámara.
En
ningún momento se ve nada más que bustos ejecutantes, ninguna
extremidad inferior ni entrepierna pillada al desgaire.
La
cámara no se detiene en los ejecutantes, hoy en día es habitual que
las grabaciones de imagen pasen sucesivamente por casi todos los
profesores, deteniéndose especialmente en los y las más bellos o
apuestos.
Aquí,
la cámara se detiene un par de veces en rostros de los que emana una
especial dignidad, si se puede expresar así. Se relacionará esto
con la idea ominosa de jerarquía social que planea sobre todo el
conjunto.
El
director emplea una gesticulación propia de jefe de filas, de
capataz de alguna pirámide egipcia en construcción. Sólo le falta
apalear, visualmente, a alguno de los profesores.
Un
pobre hombre...
Esa
orquesta sinfónica está compuesta exclusivamente por pobres
hombres, en una expresión dialéctica relacionada con la otra díada
director-solista.
La
sexualización de las sociedades occidentales, por la que tanto se ha
avanzado en los últimos 40 o 50 años, ha hecho irrumpir en el
escenario un criterio de igualación y laminación de las barreras
sociales.
Hoy
día una orquesta, sus componentes, planta cara al solista, se sonríe
fugazmente en algún momento de la ejecución del maestro y mira a
algunos de sus colegas para mejorar la ejecución del conjunto.
Ha
aflorado la belleza de sus miembros y se ha redirigido la mirada
desde el interior hacia el exterior de las cosas.
No
se trata tanto de que las apariencias hayan ganado la partida, cuanto
de que forma y función, que hasta hace unos cuarenta años estaban
escindidas, se han conjuntado.
Así,
no hay compartimentos estancos en la producción social actual, cada
vez lo son menos, en cualquier caso.
La
orquesta sinfónica de 1975 estaba espesamente intelectualizada, de
una forma especialmente mórbida y poco funcional.
Se
arrastraban rémoras que provenían del romanticismo y aun de más
allá.
La
cámara, así, tiene un par de momentos, de flou y evanescencia, con
el brillo de los metales. Es un recordatorio de que la mirada del
espectador, tiene que ser fundamentalmente interna, de introspección.
Pero
eso se conseguía, supuestamente, mediante el rechazo y apartamiento
a otro compartimento, secreto, de la sexualidad ambiental.
Porque
la sexualidad evidentemente aleteaba, pero se la había introducido,
forzadamente, en un congelador, situado entre bambalinas.
Hemos
pasado por lo menos mil quinientos años en que el hombre que era la
medida de todas las cosas, era en realidad un pobre hombre.
Alegrémonos
del retorno sin soberbia de los hombres y mujeres completos y a la
luz pública.
jueves, 17 de mayo de 2018
lunes, 14 de mayo de 2018
domingo, 13 de mayo de 2018
miércoles, 9 de mayo de 2018
domingo, 6 de mayo de 2018
La
gran elección de las mujeres
La
existencia de Dios no se puede probar, ni tampoco refutar. Hay
supuestas pruebas clásicas de la existencia de Dios, que no resisten
un barrido lógico en serio. Una de las más antiguas es esta.
Si
X tiene por causa Y, y a Y lo causa Z, ascendiendo por la cadena de
causas tenemos que llegar por fuerza a una causa primera. Esa causa
es Dios.
(¿Y
por qué detenerse, cuál sería la causa de Dios, y la causa de la
causa...?)
La
verdad no nos hará libres, pero sí, seguramente, nos permitirá
encarar el sendero que conduzca a nuestra felicidad.
¿Y
la felicidad, para qué?, se pregunta Juana, personaje de Clarice
Lispector.
Vuelta
a recomenzar. El giro de la rueda lógica no tiene fin...
Esa
búsqueda de la felicidad, individual, es una de las causas del
feminismo, que lleva y ha llevado a muchas mujeres a abandonar otro
tipo de consideraciones sobre su fin en el mundo.
Porque
una de las mejores maneras de ser felices, en serio, es buscar y
encontrar un sentido a nuestra vida en este mundo.
Ello
ha conducido, a lo largo de la historia de las religiones y de los
sistemas morales, a determinar algunos puntos en común. Y
básicamente, la necesidad de darse a los demás, de entrega fuera de
sí mismo.
A
ello se opone la búsqueda de la felicidad individual, en la que el
centro del mundo es nuestro propio ombligo.
Algunas
feministas, bastantes de entre ellas, han preterido así la búsqueda
de una felicidad en pareja y la maternidad y la crianza de los hijos.
Una
falsa concepción de la igualdad, que no de derechos, que eso no está
en discusión, las ha llevado y las lleva a forzar la mano de tener
una carrera laboral igual a la de los hombres.
Lo
que provoca, o bien el abandono de la maternidad y en muchos casos de
la pareja, o bien el manotear en el aire con desespero para intentar
tenerlo todo. Carrera y maternidad.
La
experiencia nos va enseñando que, de una u otra forma, hay que
elegir. Las mujeres tienen que elegir.
Vemos
cada día parejas disueltas e hijos descuidados en su educación y
sus estudios por el vano intento de combinar lo mejor de ambos
mundos.
Muchas
mujeres feministas han optado por posponer indefinidamente la
maternidad, y dado que su idea-pivote es la búsqueda de la felicidad
individual, no consiguen mantener por mucho tiempo una relación de
pareja estable.
Ello
conducirá en un futuro próximo a un incremento sostenido y
constante de la frustración de ese grupo de mujeres.
Otras
han roto con su pareja y se encuentran abocadas, siendo madres, a la
imposible tarea de mantener el estatus económico a que se han
acostumbrado y educar convenientemente a la prole.
Parece
un escenario digno de la fase del capitalismo que nos ha tocado en
suerte vivir. Hijos descuidados en sus estudios y educados por las
redes sociales, que frecuentan sin control.
Es
el antecedente perfecto de la distopía que nos están cocinando.
Generaciones de ignorantes, fácilmente manipulables por el sistema
para que sobrevivan con sueldos de miseria.
A
las élites rectoras les interesa claramente la propagación del
feminismo tal como se está plasmando en nuestras sociedades
occidentales.
Los
hombres han elegido hace mucho. Desde los tiempos del patriarcado, el
hombre ha elegido tener una carrera laboral y no cuidar, como tarea
principal, de los hijos. Si se viera forzado, optaría claramente por
no tener hijos. Desde luego, no a su cargo.
Es
sobre la mujer occidental de nuestros días, sobre quien recae la
responsabilidad de enderezar o socavar definitivamente el sistema.
La
mujer, libre e igual en derechos con el hombre, ya no está obligada
por ningún tipo de ataduras a tener una vida de una sola dirección.
Puede elegir, libre y soberanamente.
¿Qué
tipo de sociedad nos aguarda en un futuro próximo? ¿Una sociedad
basada en la generosidad y el valor de ser para los demás o una
sociedad teledirigida para fundar brechas insalvables entre sus
pobladores?
Es
la gran elección.
viernes, 4 de mayo de 2018
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