jueves, 1 de marzo de 2012

El anillo de Yasmina

El anillo se perdió por el camino del Lobo, cuando la caravana fue atacada por los bandidos. La cajita en que iba encerrado fue depositada a toda prisa por un mercader en peligro en un recodo, y luego no fue vuelta a recoger, quizá porque el mercader ya no iba a ninguna parte.
Yasmina iba como todos los días a por agua al manantial cuando se detuvo a descansar bajo uno de los pocos árboles que por allí ornaban al paisaje. Se recostó y se desperezó cuando su mano topó con la cajita del anillo. La abrió y quedó asombrada por el fulgor de la piedra engastada y su belleza. Rápidamente, la escondió en un repliegue de su falda.
Volvió a casa de sus amos, confusa, entre contenta y aturdida. No sabía qué hacer. Si la sorprendían con el anillo en su poder difícilmente podría justificar su posesión y, como poco la despedirían de aquella casa. Contrita, se dirigió a Salma, la cocinera, que sin duda la ayudaría. Cuando le expuso la situación, Salma se paró un momento a pensar y le dijo: “Yasmina, sin duda eres la poseedora natural de la joya pues quien la abandonase ya no tiene derecho alguno sobre ella, lo mejor que puedes hacer es lucirla sin rebozo alguno”. Yasmina quedó asombrada ante aquella respuesta y se dijo a sí misma que lo pensaría mejor antes de hacer lo que Salma le proponía.
Esa noche Yasmina tuvo sueños inquietantes y lo que mejor recordó de aquella noche era esto: Un gran pájaro se abalanzaba sobre una caravana y le arrebataba a un mercader el anillo llevándoselo a su nido, pero uno de sus polluelos lo alzó con su pico y lo lanzó fuera del nido, cayendo bajo un árbol, el árbol donde Yasmina lo encontró.
No necesitaba que nadie interpretase aquel sueño para darle a entender lo que realmente había pasado: unos ladrones habían atacado a una caravana de mercaderes y de resultas del asalto el anillo había quedado oculto junto al árbol del camino. Yasmina ya sabía que no debía seguir el consejo de Salma pues los ladrones tenían oídos por todas partes y si llegaban a saber de la fantástica historia que tendría que ir contando a todos para justificar la posesión del anillo, vendrían sin duda a arrebatárselo.
Así pues, hizo lo que debía hacer, dejó el anillo en el dormitorio de su ama, que, cuando despertó, no pensó en otra cosa que en agradecer a su marido tan generoso regalo. Este, muy impresionado por la solicitud de su esposa, dulcificó su carácter, de natural algo agriado, y trató a partir de entonces con el mayor favor a la servidumbre de la casa. El anillo, maldito por su origen, se acabó convirtiendo en una bendición. Y lo más importante es que Yasmina floreció, sonrió y encontró un marido que la quiso y la bendijo con varios hijos.

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