domingo, 20 de agosto de 2023

Cada vez tengo más claro que los ciclos son esenciales para la vida y, por ende, para la vida de los seres humanos. Y si hubiera un ciclo en 500 metros a la redonda, pongamos por caso, que sostuviera todos los procesos físicos y mentales bajo su ámbito? Desde la evolución de las nubes hasta mi último pensamiento. No os ha pasado alguna vez que sentís que estuvieran coordinados vuestros pensamientos y el paso de una nube que pone o quita sombra? Soy taaan egocéntrico que soy el único que lo ha sentido alguna vez? Tendría fácil explicación, no fundada en un ataque de paranoia, si un gran ciclo local estuviera activo. El ciclo es soberano, por decirlo de alguna manera, y nosotros somos sus vasallos, es decir que normalmente estamos bastante descoordinados pero si somos lo suficientemente hábiles, podemos engancharnos al ciclo al menos durante alguno de sus lapsos. Todos hemos oído hablar a los escritores, a algunos cuando menos, diciendo que cuando están inmersos en el proceso creativo de una novela, su vida es un continuo de "casualidades". Y si, en ese periodo, estuvieran en fase con su ciclo local? Tengo la sospecha de que, al entrar en fase, se logra la suerte de algunos soldados que, aparentemente, son inmunes a una lluvia de balas en plena batalla o de algún político del que se dice que tiene la "baraka", la Suerte por antonomasia. Creo que no estoy diciendo nada nuevo, vendría a ser la laicización de la gracia de los cristianos. Yo, por si acaso, he rezado mis oraciones a la hora de la siesta, como todos los días.

miércoles, 9 de agosto de 2023

Sí, el verano está acabado...(lo puedo seguir diciendo por lo menos un mes y medio más). Ejem, ejem... pues sí, llevo 11 días en la rutina trabajosa, empeñosa del laborar y descansar. Y esta tarde, echado en el sofá, escuchando el concierto de la tarde, he sentido que se ajustaba un caleidoscopio inflado en tres dimensiones por el calor. Me he sentido, entre el verde de las plantas que se dignan vivir entre mis cuatro paredes, el brillo del polvo que flota tocado por el sol, y las sombras chinescas de la pared (espectáculo que siempre me asombra el de las sombras semovientes en la pared), me he sentido, digo, integrado, engarzado en mi entorno que me arropa. Como soy misántropo, como ya sabéis, mi entorno no son otras personas - al menos en el lapso de la tarde -, sino, como digo, plantas, luz y sombra. Y ese a modo de caleidoscopio me ha hecho sentirme, una vez más, en casa. Sí, en casa conmigo mismo, y qué queréis, ha sido una sensación placentera. Como si el déficit de energía que acumulo en la mañana laboral me hiciese darme cuenta del precio, que pago gustosamente, del descanso vespertino. Y lo que tiene precio se valora, justamente. Esa es la pequeña diferencia, para mi, entre el vacar del verano y el holgar que acaba dando el trabajo. Si fuera un perro, diría que es la diferencia entre andar vestido de casa - cubierto solo con mi pelaje - y vestirme para salir a la calle - o sea, ponerme el collar o el arnés -. Los perros saben vivir...