viernes, 24 de junio de 2022

Los cuáqueros niegan la necesidad de intermediarios entre Dios y los hombres. Dicen que Dios está en el interior de cada hombre en forma de luz o llama. Borges tiene un cuento en el que narra acerca de un rey mutilado por sus súbditos y postrado en el interior de una cueva de la que solo es sacado para ser portado en batalla en andas, como un estandarte. ¿Será ese rey-dios que ilumina el corazón de sus súbditos un modelo a escala de Dios padre? Jesucristo, hijo de Dios, tuvo una vida destinada al sacrificio. No hay más que ver episodios como la expulsión de los mercaderes del Templo, en el que ejerce la violencia terrenal atribuyéndose funciones de rey ¿de los judíos?. No se podía esperar otra reacción de los poderes terrenales de la época más que su condena. Hoy en día, Cristo podría ser un tullido estigmatizado socialmente de diversas formas y aún así podría cumplir su misión divina. Dios habita entre nosotros. Bien está que lo digan los cuáqueros. Pero si no rezáis, amigos ateos, bien está que deis bien fuerte con las muletas que a cada uno le hayan tocado en suerte.

martes, 14 de junio de 2022

El tiempo de nuestra civilización combina curiosamente el tiempo cíclico y el tiempo lineal. Tradicionalmente, casi todas las culturas han vivido un tiempo cíclico que, a partir del Neolítico, se formalizó en un calendario. Así, casi todos los periodos eran anuales. El año solar es el nuestro, el que nos rige y debe ser psicológicamente una buena medida pues la memoria cotidiana no alcanza mucho más allá del año, y mucho menos, casi siempre. Pero Occidente y adláteres, añade a esto otra medida, el tiempo lineal. Un buen ejemplo histórico es el advenimiento y consolidación del cristianismo, en el que el tiempo de la divinidad es lineal, esto es, tiene un comienzo y un fin (señalado por la parusía, o segunda venida de Cristo). Este tiempo es más abstracto, menos humano que el cíclico. Es, también, el tiempo de la ciencia, que tiene mucho de divina, al ser, junto a la religión - para los creyentes -, el único ámbito en que puede darse el conocimiento cierto, o sea las únicas parcelas de Verdad no dubitable que nos están permitidas a los humanos. Es así que la ciencia es una suerte de don divino, lo único en que, técnicamente, somos dioses (aunque con muchas limitaciones y cortapisas). Pero volviendo al tiempo solo cuando dejamos de ser (hombres) vivimos plenamente el tiempo lineal, esto es, nunca lo vivimos plenamente pues para eso tenemos que morir. Entonces, el tiempo lineal es una especie de coquetería filosófica, un adorno que situamos estratégicamente en medio del tiempo cíclico? Contesto que sí, si quiero seguir pensando en lo que vuelve año tras año y proyectarlo en el futuro, los buenos momentos... y también los malos que me permiten aprender y mejorar. En realidad, es una antítesis cuya resolución postergo siempre, mientras esté vivo. Nada nuevo, el comodín vital que nos ha hecho humanos.

sábado, 4 de junio de 2022

Ayer fue san Ovidio. El Ovidio clásico fue recreado en sus últimos días por Vintila Horia en una novela, "Dieu est né en exil" (Dios ha nacido en el exilio). Allí, en una colonia romana en las costas del mar Negro, rodeada de bárbaros escitas un poco por todas partes, el vate latino se consumía a la espera de un cambio de fortuna propiciado por algún engranaje mental que desatascase su perdón en la mente del emperador Augusto. Como es sabido, Ovidio murió en el exilio. San Ovidio podría haber perseguido ondinas en algún arroyo en su juventud pagana. Leer a Ovidio, el poeta, y rumiar sus propios versos amorosos y guerreros. Y luego, convertirse y aventar las cenizas de sus antiguos libros heréticos. Así, Ovidio, el grande, habría muerto por lo menos dos veces, lo que, mágicamente, implica la cancelación de su deceso y una vida perenne. Seguramente fue como digo pues efectivamente el vate es, desde luego, inmortal. Y no gracias a la ingesta de garum, esa apestosa pasta romana de pescado. Pues, y no me preguntéis por qué, Ovidio está más próximo a las lluvias de abril que vivifican los torrentes que a cualquier pescado de abril ("les poissons d´avril") o de cualquier otro mes que pululase por las costas del mar Negro. Y así, cierro el santoral, pequeño gran Libro de Petete sacro.