domingo, 20 de noviembre de 2016

El Minotauro sueña en su laberinto que se ve reflejado en un espejo y se reconoce como hijo del rey Minos. Asustado, al despertar busca en la oscuridad de su recinto y encuentra, pues tiene bien aguzados los sentidos, un hilo que corre por el suelo. No sabe ahora si está soñando o está despierto. ¿Importa acaso? Piensa en Teseo y Ariadna y no los ve partir, enamorados. El Minotauro calla, porque no tiene voz, y recorre su laberinto. Juega en silencio al juego del laberinto y siempre gana porque está enfermo. Y la sangre de las doncellas de Atenas no le aplacará.

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