La
luciérnaga se asomó al mar sin fondo del pozo del patio. El joven
Víctor la miraba con mal disimulado rebozo. No tendría más de seis años
cuando sus padres le condujeron a la ciudad de Madrid, en el séquito de
José Bonaparte. Los días promisorios del nuevo reinado acompañaron la
breve estancia, conjugados con la tragedia que arrastraba la situación
vital en que se encontraban. No creo que le quedase al escritor Víctor
Hugo mucho de aquellos días matritenses, pero sí que se llevó consigo,
de retorno a Francia, la luz en su mirada de aquella luciérnaga, asomada
a tales abismos.
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