sábado, 11 de enero de 2025

Ya bastante antes del Brexit, en Reino Unido eran muchos los que pensaban que los europeos continentales no les querían, les tenían envidia o cuando menos, cierta tirria. Es posible que esta presunción de mala fe hacia los europeos tuviera origen en la forma en que Inglaterra perdió su imperio colonial. A diferencia de España, por ejemplo, que perdió el suyo sin medias tintas ni paliativos en el primer cuarto del siglo XIX, ¿se podría fijar claramente una fecha para la que Inglaterra perdió el suyo? Sí, era ya otra época y los flujos económicos del capitalismo permitían y propiciaban un engarce entre antiguas colonias y metrópoli que hace mucho más difusos los límites entre colonialismo y simple paternalismo económico. Así, Gran Bretaña forjó, en un santiamén, la Commonwealth o Comunidad de Naciones. De esta forma, ante un Imperio que es y no es al mismo tiempo, la ambigüedad psicológica en que resulta para los británicos podía quedar mitigada si empezaba a presuponerse en el otro por antonomasia que son los europeos continentales, una animadversión manifiesta, producto, supuestamente, de la envidia y resquemor ante el poder y la gloria inglesa. Si ladran, cabalgamos, en este caso sobre las olas. Pero la consecuencia de estos años continuados de no querencia continental llevó, de rebote, a odiar a los odiadores, y tiro porque me toca, al Brexit. Con lo que ahora, Reino Unido está solo ante el peligro otra vez, pero sin el amortiguador de un imperio colonial realmente existente. Parece que cerrar en falso el necesario trauma ante la pérdida de las colonias ha llevado a Gran Bretaña a tomar el camino equivocado...Quién sabe, muchas vueltas da la historia.