domingo, 6 de agosto de 2017

Recitaba, declamaba sus versos a la luz de la luna. Era una simbiosis de pradera y árbol a la vez que recogía los cantos de las estrellas. Era buena.

Mientras tanto, en la feria de barlovento...El pobre yacía en medio de desperdicios tras pasar una noche de suave claridad en aquel verano rojo.

Y sucedió que la poeta recogió sus bártulos verbales y se fue con la declamación a otra parte, más recóndita y oscura. Y el pobre, que la había olfateado, la siguió.

Del pobre y de la poeta nada más se supo. Se los había tragado la tierra. Tierra más infértil para la poeta que para el pobre, en cualquier caso.

Y los sembrados de hojas carcomidas por el sol cubrían las espinas de aquel banquete, que el pobre se había dado y la poeta había servido.

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