el cuentista impenitente
lunes, 31 de marzo de 2025
Yo tengo la idea de que los humanos hibernamos, sí, como los osos...Andamos en modo zombi en invierno y, llegado cierto albor de la primavera, dada la altura del sol en el horizonte, algún rayo bienhechor nos despierta. No sé qué es mejor, desde mi punto de vista, si la somnolencia del invierno que, en modo semi-automático previene mayores males, o bien la actividad del estío que propicia toda suerte de choques y colisiones por la premura con que nos movemos. Si realmente somos bidimensionales fisiológicamente hablando, no somos binarios desde el punto de vista de las opciones que tenemos que afrontar en nuestra vida. La vida es multifactorial y magmática pero imprecisa en nuestra retina y en nuestra memoria. No sabemos, la mayor parte de las veces y gracias a eso, en guerrera oposicion, podemos acumular briznas de saber que son el tesoro que nos hace humanos. Humanos que sueñan en invierno y febriles en verano. No somos uno sino dos o muchos más...
domingo, 23 de marzo de 2025
Es curioso que Platón al instaurar la verdad, la bondad y la belleza como máximos valores humanos se dejara en el tintero a la inteligencia. ¿No es cierto que muchas veces se nos ha planteado la dicotomía: "¿qué prefieres, más belleza o más inteligencia?"? De la bondad, curiosamente, poco se habla. Creo que la cuestión estriba en que en la época clásica el caudal de las verdades sobre el mundo no estaba al alcance de todas las personas. Como sí lo está ahora cuando, por ejemplo, para saber del mundo puedes estudiar 5 años de física y ponderar luego la bondad de las teorías de cuerdas o del big-bang. En la Antigüedad y durante mucho más tiempo el centón de las verdades no estaba al alcance del primero que quisiera meter la mano en el saco. Se requerían muchos años de experiencia, estudios y aprendizaje, a veces toda una vida, para poder atisbar el conjunto de las verdades sobre la vida y el mundo. Así, conocer la verdad, in genere, presuponía la inteligencia del conocedor puesta duramente a prueba en inacabables trabajos intelectuales. Ahora puedes buscar en internet cualquier cosa sobre cualquier tema y saber cualquier verdad de la profundidad y hondura que ansíes en un instante. Creo que es una gran diferencia.
lunes, 17 de marzo de 2025
Es posible que actualmente el número y la calidad de experiencias adecuadamente frustrantes de los jóvenes esté decreciendo. Según algunos psicólogos sólo las vivencias frustrantes, debidamente valoradas y procesadas internamente, se convierten en experiencia vital, siendo las vivencias placenteras únicamente objeto de disfrute y no de meditación. Así, el aprendizaje y maduración como persona se fundamenta en la frustración, debidamente procesada y valorada. Si los jóvenes acumulan menos experiencia, ¿será casualidad que, correlativamente, su ego se vaya acrecentando, incluso a veces desmedidamente? Sería curioso que hubiera un quantum estable para cada persona de potencial psicológico, formado por el conjunto compuesto de exterioridad (experiencias) e interioridad. Siendo el ego una parte de la interioridad, a menos cantidad de experiencia debería haber probablemente mayor cantidad de ego. Pudiera ser que la hipertrofia del ego fuera la válvula de escape que con mayor economía de medios (psicológicos) permitiera equilibrar esta ecuación. ¿Y no es precisamente así? Me encanta divagar sobre estos temas...
sábado, 8 de marzo de 2025
Si la ontología queda en suspenso como cuestión filosófica, la libertad también pues no es solo cuestión de energía en un campo sino de masa, masa crítica que se coagulaba alrededor del ser (humano). Y si la libertad cesa, en qué queda Occidente sin su valor esencial? Será este un momento de reconciliación? Occidente y Oriente tirarán del mismo carro? Todas las flatus vocis anteriores, pues eso son, quedan asimismo en suspenso pues nadie, nadie (o casi nadie) ha leído mi libro...en el que argumento sobre estos temas. Así, hay al menos un ego, el mío, que se yergue impávido para contradecirme a mi mismo. De modo que la verdad tendrá que hallarse en otra parte, en una tarde lluviosa aquí, hago, de verdad, como quien oye llover.
lunes, 24 de febrero de 2025
Una mentira sumergida en su medio desaloja la misma cantidad de realidad de signo inverso. Pues la mentira bien encaminada genera una realidad alternativa y opuesta a la que desmiente explícita o implícitamente. Es así la mentira la única máquina del tiempo realmente existente. Vivimos todos los seres vivos, capaces de mentira, en continuos virajes y cambios de rasante de nuestra realidad. No es de extrañar que la máquina descarrile a cada tanto. Pero la única víctima es el ridículo.
viernes, 14 de febrero de 2025
Creo que hay un flujo de pensamiento (entiendo aquí por pensamiento también percepción y sensaciones de todo tipo), solo conozco uno. Ahora bien, el titular de ese flujo de pensamiento no sé muy bien quién es. Es decir, la conciencia (ser consciente de ese flujo de pensamiento) se me escapa. Es normal, puesto que solo puedo acceder a ella como a un pensamiento más. Así, no creo que piense luego exista (en una posterior versión Descartes elimina la conexión lógica intermedia y expresa "pienso, existo"). Como veréis, si existir es para mi algo que está inmerso en la duda, no os extrañe si extrapolo y digo que lo que exista (el mundo) está desafectado y, francamente, no me importa en qué estado esté. Luego, la ontología para mi, (lo que haya, lo que sea que es real) no es una cuestión filósofica pertinente. Me importa mucho más la narración, o el pequeño libro de mi vida como queráis decir. Las historias, y luego la Historia, me interesan vitalmente. Es, quizá, mi pequeño homenaje a Ortega ahora que se cumplen alrededor de 100 años desde su florecimiento intelectual.
lunes, 3 de febrero de 2025
Los tiempos. El metrónomo y el diapasón internos que todos llevamos a cuestas. Nuestra vida toda es una coreografía que traemos medio aprendida por educación y experiencia y que modificamos, aquí y allá, para mejorar - o empeorar - en algún punto. El baile, por extensión lo lúdico, el juego, son nuestra savia y nos dan, o nos quitan, vitalidad. Todo esto es bien sabido. Danzad, danzad, malditos... era el título de una película. Yo bailaré, y espero que alguna vez, muy hacia el final de mi vida, alguna variación del baile de San Vito... si alguna araña compasiva me quiere hacer el favor.
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