sábado, 19 de julio de 2014






Las guerras se suelen firmar con seudónimo, en el que solemos reconocernos todos salvo los locos y fanáticos a los que no hacemos mucho caso cuando proclaman su solitaria autoría. En cambio en la paz armamos de forma anónima metrónomos sumergibles para que la sopa se mueva rítmicamente con el cazo de las mujeres, vedettes de la postguerra.

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