La
búsqueda del éxito de un escritor mediocre es como escribir una carta
abierta a un astro de cine por parte de un gay antiguo en busca del
deseo ya evadido: siempre está a punto de romper su techo de cristal
pero nunca lo alcanza. A menos que haga trampas y tire piedras, con
tino, contra su propio tejado. Entonces puede que alguna sociedad de
beneficencia literaria le auxilie.
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