domingo, 8 de agosto de 2021

Para los interesados en epistemología y filosofía de la ciencia. El Capítulo I de "Breviario de claridades": I. Una propuesta ontológica. Sobre “Teoría y realidad”, de Mario Bunge. La realidad científica es siempre mejorable. El objeto-modelo es una limitación voluntaria de la realidad. Se restringen la razón, la intuición y la observación, tradicionales modos de acceso a la realidad. La realidad humana ya es una restricción muy considerable de la realidad, y la realidad científica es solo una porción de esa realidad. Que el homúnculo científico sea capaz de conocer lo general indica bien a las claras la limitación de la experiencia humana y los considerables vericuetos por los que puede transitar. Si se tuviera una experiencia absoluta, del universo que llamaré potencial – la experiencia humana potencial –, no se podría aspirar al conocimiento científico – ni, seguramente, al conocimiento tout court –, como se verá más adelante. La restricción de la experiencia (la experiencia humana real) a una porción del universo humano, aquel que se puede aspirar a conocer, permite que haya sorpresas, característica esta esencial de la realidad científica. Y sospecho que quizá no sean tan grandes las sorpresas como creemos, visto desde una hipotética experiencia más global, superior a nosotros. La semántica – del lenguaje natural – es un conjunto de objetos-modelo (uno por cada nombre al menos) y su sintaxis es un conjunto de esquemas de modelos teoréticos. La ciencia puede aspirar a modelizar el lenguaje natural, en tanto que experiencia humana real, esto sería quizá más factible si se definiera el lenguaje natural como el conjunto de frases y palabras emitidas por todos los hablantes en un período dado (los pensamientos también serían tomados como emisiones), lo que daría lugar a un conjunto incluido en el universo humano. Si bien una teoría puede tener como referente mediato al lenguaje – así definido – y puede haber en principio un conjunto infinito de conjuntos de esquemas de modelos teoréticos del lenguaje natural; el lenguaje natural es, en sentido lato, la experiencia humana potencial en tanto que para representarla, esto es, ahora sí, desde el exterior del lenguaje, lo cual no tiene sentido alguno, se requeriría el modelo semántico – o sea la interpretación verdadera – de un formalismo lógico, caso que fuera posible que no lo es, pues no podría darse ninguna porción del modelo que no fuese verdadera. Ello es así dado que no quedaría nada fuera del modelo, está todo el lenguaje “dentro”... Desde el punto de vista epistemológico, no se conocería nada, pues nada se podría decir. En ningún caso, siendo ya reiterativo, podría aspirar a representar a la experiencia humana potencial ningún modelo teorético o conjunto de modelos teoréticos. Si la verdad es la verdad de una proposición, en un sistema formal dado (real o metafórico), entonces la realidad científica no se caracteriza por la veracidad. En cambio, la realidad científica nos proporciona criterios de la veracidad parcial, no lógica, de sus parcelas, pero no de la totalidad. La contrastabilidad de sus teorías particulares es, por ejemplo, junto con la falsabilidad, un buen criterio de veracidad parcial y su posible corroboración, otro. La filosofía de la ciencia permite estudiar estos criterios puesto que la construcción de las teorías particulares está sometida a una filosofía particular. La psicología y la sociología de la ciencia también intervienen aquí. Así pues la metaciencia proporciona instrumentos para trabajar estas cuestiones. La realidad científica, y no la lógica, no es autónoma como la bola del Ser de Parménides. Es una característica del lenguaje que se refleje a sí mismo – se retuerza sobre sí mismo – para “sobrevivir” como tal. Si se puede hablar del lenguaje en su conjunto, no es más que por medios pragmáticos y no lógicos. Una buena forma de hablar del lenguaje es crear una teoría científica sobre este. La filosofía de la ciencia sería así, indirectamente, una verdadera introducción a la lingüística general. Argumento en pro de una ontología sin -ismos: P1: El lenguaje referencia los objetos y hechos y relaciones Esta proposición da la clave de por qué hay explicación, esto es, subsumir enunciados singulares bajo un determinado enunciado general. Pues, ¿con qué criterios se haría la selección de las apariencias para conseguir enunciados generales? La organización y dotación de contenidos – limitados – de la imaginación se refiere siempre a la organización y contenidos del lenguaje que se plasman en buena medida en referencias a objetos y hechos y relaciones. Así, estos dan pautas, “pistas”, modelos para hacer la selección y de este modo serán condición de posibilidad de la razón, la intuición y la ciencia. La exposición anterior es válida, creo, tanto para una ontología realista como para una idealista. La alternativa es la tesis idealista “fuerte”. Veamos. Desde el establecimiento de la conciencia como criterio de existencia, con Descartes, la realidad como sistema jerarquizado de atribuciones de existencia (la filosofía del sentido común) queda desafectada. En ese sistema los seres humanos ocupan un eslabón de la cadena (entre Dios y el resto de la realidad) sin preeminencia alguna. Pues precisamente el carácter distintivo es la atribución tal y como viene dada. Con la autoatribución se rompe el contacto con la cadena. La realidad queda restringida a la mera autoconciencia en la que cabe el universo. Así, el hombre se ha convertido en Dios, comprendiéndolo “todo”, permaneciendo con los medios cognitivos de hombre, con lo que cada sujeto posee la experiencia humana potencial. Pero, tener al universo potencial en la cabeza implica, como se ha visto previamente, no conocer nada y no se podría decir nada, al estar “en algunos momentos fuera” del lenguaje. Si no se conoce nada y no se puede decir nada, ello es equivalente “por un momento dentro” del lenguaje – si pudiera darse – a que se pueda conocer cualquier cosa y se siga cualquier cosa que se pudiera decir y en particular se sigue “A” y “no A” simultáneamente. Y, si cada sujeto en cambio tuviera en la cabeza una restricción del universo humano – esto es, la experiencia humana real, siempre a través del lenguaje – se volvería a caer bajo la exposición que daba inicio a este párrafo. Ya sé que la frase anterior es contradictoria en términos del idealismo, pero si no incurriera en esa contradicción, la alternativa sería caer bajo el caso expresado en las dos frases antecedentes a esta penúltima. Esto se aplicaría igualmente al pragmatismo, caso de considerarse como una filosofía no realista. Una vez aceptado que los humanos no pueden “salir” del lenguaje (psicológicamente esto se manifestaría en que “se ve” al mundo a través del lenguaje), el realismo tiene su propia contradicción al considerar que el lenguaje, en tanto que experiencia humana real, no es autónomo, puesto que se tiene que “salir” - ahora sí considerado como experiencia humana potencial – de alguna forma del lenguaje para referir los objetos o su apariencia o su definición operacional o su utilidad o su “verificación empírica”. Luego, una ontología idealista sería formalmente indistinguible de una ontología realista (o fenomenalista o pragmatista o positivista lógica u operacional). De ello se sigue que, puesto que son formalmente indistinguibles, no hay razón alguna para no adscribirse tentativamente a alguna de las ontologías tradicionales en función de los problemas que se planteen y de las soluciones que se pueda esperar alcanzar. También se sigue que si me “identifico” ontológicamente no se puede conocer ninguna proposición, pues se adscribe “2 + 2 = 4” y “el agua hierve a los 100 grados centígrados”, en principio o bien a una ontología idealista, o bien a una ontología realista. Así por ejemplo “2 + 2 = 4” remitiría, en su caso, de alguna forma en último término a determinadas experiencias sensoriales, con lo que implica estar “fuera” del lenguaje y se sigue “A” y “no A” simultáneamente. Así que es mejor obviar la cuestión ontológica. ¿La ontología es un seudoproblema? Si me deshago de la ganga ontológica, entonces la identidad humana se libera. En efecto, considerar por ejemplo que estoy muerto – o vivo – localizado en algún círculo del Infierno o cualquier otra fantasía metafísica posible no plantearía ningún conflicto epistemológico ya que el antiguo espacio ontológico se situaría a partir de ahora en el ámbito de lo narrativo. Me dotaría pues de una identidad con atributos manifiestamente narrativos.

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