miércoles, 18 de agosto de 2021

La física moderna, al igual que el arte desde principios del siglo XX, ingresó en el relativismo, donde todo vale (proliferación inflacionista de hipótesis) con ausencia de jerarquías. Así, ya no hay verdad, algo que tradicionalmente era un mecanismo que ahorraba pensar dando solidez a las escasas estructuras mentales. Lo que acabo de decir no es peyorativo, al contrario, es laudatorio al ser el pensamiento y la imaginación humanas finitos. La consecuencia de estirarlos demasiado se ve ahora, con un estancamiento generalizado de la física. Se puede establecer una comparación con la evolución de un género, la ciencia-ficción, que mostró una proliferación al parecer inacabable de escenarios sociológicos y científicos, hasta acabar por ser un género languideciente. Evidentemente, la imaginación tiene un límite. La física contemporánea ha devenido en una ciencia ficcionalizada, o ciencia-ficción a secas, con hipótesis tan patafísicas como el big-bang, ¡en la que el tiempo tiene un inicio! (hace 14.000 millones de años...). Es un ejemplo claro de relativismo ya que si el tiempo no es absoluto, o sea en cierta forma divino, tiene un principio (y un final, claro...). Así, para sus defensores, preguntar qué había antes del big-bang es absurdo puesto que de la nada surge el universo. Lo que es lo mismo que dar al hombre, al pensamiento, el poder absoluto (¡sobre el universo!). Lo que comporta un fallo garrafal y es que el hombre necesita enfrentar al absoluto para, por contraste, resaltar su relatividad, pero entronizar al relativismo es pretender que el hombre tenga los atributos de Dios, lo que es absurdo y no hace mas que resaltar su impotencia. Y de este modo tenemos una física impotente con gatillazos como el big-bang o los agujeros negros. No future...

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