martes, 14 de junio de 2022

El tiempo de nuestra civilización combina curiosamente el tiempo cíclico y el tiempo lineal. Tradicionalmente, casi todas las culturas han vivido un tiempo cíclico que, a partir del Neolítico, se formalizó en un calendario. Así, casi todos los periodos eran anuales. El año solar es el nuestro, el que nos rige y debe ser psicológicamente una buena medida pues la memoria cotidiana no alcanza mucho más allá del año, y mucho menos, casi siempre. Pero Occidente y adláteres, añade a esto otra medida, el tiempo lineal. Un buen ejemplo histórico es el advenimiento y consolidación del cristianismo, en el que el tiempo de la divinidad es lineal, esto es, tiene un comienzo y un fin (señalado por la parusía, o segunda venida de Cristo). Este tiempo es más abstracto, menos humano que el cíclico. Es, también, el tiempo de la ciencia, que tiene mucho de divina, al ser, junto a la religión - para los creyentes -, el único ámbito en que puede darse el conocimiento cierto, o sea las únicas parcelas de Verdad no dubitable que nos están permitidas a los humanos. Es así que la ciencia es una suerte de don divino, lo único en que, técnicamente, somos dioses (aunque con muchas limitaciones y cortapisas). Pero volviendo al tiempo solo cuando dejamos de ser (hombres) vivimos plenamente el tiempo lineal, esto es, nunca lo vivimos plenamente pues para eso tenemos que morir. Entonces, el tiempo lineal es una especie de coquetería filosófica, un adorno que situamos estratégicamente en medio del tiempo cíclico? Contesto que sí, si quiero seguir pensando en lo que vuelve año tras año y proyectarlo en el futuro, los buenos momentos... y también los malos que me permiten aprender y mejorar. En realidad, es una antítesis cuya resolución postergo siempre, mientras esté vivo. Nada nuevo, el comodín vital que nos ha hecho humanos.

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