lunes, 18 de septiembre de 2023

Ahora que estamos a punto de entrar en otoño, en el hemisferio boreal, envío un recuerdo cariñoso a los resfriados, catarros y enfriamientos de antaño. Eran una pésima compañía, pero se les cogía cariño a fuerza de persistentes y contumaces. Desde la aparición de la mascarilla en mi vida no he vuelto a frecuentarlos. Estos días la llevo puesta en el metro, foco de miasmas y pestilencias varias, a una profundidad variable. Son días de cierta contrición y enclaustramiento, ni que sea mental. Y así, en los conciertos del domingo, estoy revisando las óperas de Mozart. Las óperas de madurez. Desde El rapto en el serrallo hasta La flauta mágica. Este domingo llegaré al segundo acto de Don Giovanni. Es que esas óperas de Mozart son un recorrido muy inteligente por las peripecias vitales de lo amoroso y aledaños. Y la máxima expansión vital del ser humano, hacia el otro o la otra amorosos, requiere a modo de pie o contrafuerte de una breve retracción mental. Y el otoño entonces lo propicia en clave de metáfora. Sí, seas Donna Anna o su marido, todo tiene su tiento...y su tempo.

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