Reparar algún daño que se ha hecho es un trato de favor, visto retroactivamente. Cambiando la óptica, y situándonos en la flecha del tiempo, es un favor que uno se hace a sí mismo.
domingo, 25 de agosto de 2019
sábado, 24 de agosto de 2019
La Restauración francesa es el período que va de 1815 a 1848, con dos dinastías en el poder, los Borbones primero, y los Bourbon-Orléans después. Los dos hermanos de Luis XVI no tuvieron mucha suerte, o sí, puesto que salvaron la vida en la Revolución, con un exilio no muy notorio que terminó cuando el conde de Artois, hermano mediano del rey Luis XVI, ascendió al trono propulsado por la coalición de los Aliados, a la caída de Napoleón I, con el nombre de Luis XVIII, para denotar el reinado virtual del hijo desaparecido de Luis XVI, Luis XVII.
Pero a lo que íbamos, Luis XVIII murió sin descendencia y le heredó su hermano pequeño, el conde de Provenza, que reinó como Carlos X. A este le destronó la Revolución burguesa de 1830 que llevó en volandas al trono a Luis Felipe I, hijo de aquel duque de Orléans que, en el Terror, votó en la Asamblea como diputado que era, la muerte de su primo, el rey.
A mi siempre me ha gustado la Restauración francesa porque tiene un halo de cochambre entre encajes, como el aroma de un buen queso azul. Naturalmente era la época del laissez-faire, laissez passer (o sea barra libre al primero que llegue) y también del rojo y el negro, la alianza del Trono y del Altar.
Dejadme que acabe esta divagación recordando que en el siglo XIX, Francia sólo tuvo 30 años de gobierno republicano, o sea que la liberté, égalité, fraternité, tiene muy poquita historia. Pero lo que ha cundido en el imaginario colectivo.
Pero a lo que íbamos, Luis XVIII murió sin descendencia y le heredó su hermano pequeño, el conde de Provenza, que reinó como Carlos X. A este le destronó la Revolución burguesa de 1830 que llevó en volandas al trono a Luis Felipe I, hijo de aquel duque de Orléans que, en el Terror, votó en la Asamblea como diputado que era, la muerte de su primo, el rey.
A mi siempre me ha gustado la Restauración francesa porque tiene un halo de cochambre entre encajes, como el aroma de un buen queso azul. Naturalmente era la época del laissez-faire, laissez passer (o sea barra libre al primero que llegue) y también del rojo y el negro, la alianza del Trono y del Altar.
Dejadme que acabe esta divagación recordando que en el siglo XIX, Francia sólo tuvo 30 años de gobierno republicano, o sea que la liberté, égalité, fraternité, tiene muy poquita historia. Pero lo que ha cundido en el imaginario colectivo.
jueves, 22 de agosto de 2019
lunes, 19 de agosto de 2019
Un refugio nuclear es uno de los florones más grandes del egoísmo de sus propietarios. Salvo si estamos en Suiza, donde, al parecer, todo el mundo tiene acceso a uno. En este caso el egoísmo se amplía a todo un país. (¿Te imaginas un mundo post-atómico poblado solo de suizos? Es un escenario bastante apocalíptico).
domingo, 18 de agosto de 2019
De niño leí sobre los viajes del submarino atómico norteamericano Nautilus. Me impactó que al llegar bajo los hielos a los 90º Norte, el Polo Norte, diera varias vueltas en círculos alrededor de ese punto declarando que había dado las consiguientes vueltas al mundo. Sólo años después me di cuenta que podía hacer exactamente lo mismo sin salir de casa. Y tú también lo puedes hacer: Decreta que el punto alrededor del cual vas a dar vueltas es el punto 0 y circunda imaginariamente al globo terráqueo de paralelos por debajo de ese punto. Ahora da vueltas alrededor de ese punto y ya has dado tantas vueltas al mundo como vueltas hayas dado.
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