sábado, 4 de febrero de 2012

García, semper vivens

Remontándose a antiguos tiempos, enlazaba pretérito y pasado con presente y puesta al día. El genealogista, Julián, amaba realizar tales ejercicios mentales, apoyándose en la documentación que tuviera a mano. Acababa de rastrear la genealogía de un famoso apellido, García, hasta la décimo novena generación y eso daba pábulo a fantasear con fabulosos rastros del pasado. Lo original de su ejercicio consistía en que la cadena temporal le alcanzaba a él mismo, García también, y así podía luchar contra fantásticos enemigos y alzarse con el trofeo de doncellas de inmarcesibles belleza y virtudes.
Julián estaba felizmente emparejado con Gabriela, pero ello no era óbice, naturalmente, para realizar sus exploraciones erótico-fantasiosas de rigor. ¡Hasta ahí podíamos llegar, que el amor de una esposa se entrometiera con su ramillete de beldades in mente! Raramente además se entrometían ambos órdenes de la realidad, o de la fantasía, por lo que sus deseos, más o menos libidinosos de guerrero victorioso, no interferían en nada con su vida diaria con Gabriela.
La puesta al día de sus asuntos amoroso-guerreros consistía en un ejercicio específico por el que repasaba brevemente todo su historial al respecto y descartaba o adjuntaba alguna flor a su ramillete. No siempre perduraban los amores corteses, a veces en política amorosa es necesario realizar algún trueque o intercambio y además estaban los avatares naturales de fallecimientos, traslados y matrimonios. Porque las bellas doncellas también eran o habían sido humanas.
Sabía que, por condición femenina, entraría en conflicto con su esposa de descubrirse el pastel, pero era un hombre morigerado y jamás traslucía sus devaneos fantasiosos, ni era pillado en un renuncio durante la siesta o aletargado en el sofá contemplando algún programa con su cónyuge.
En suma Julián era un hombre razonablemente feliz en ambos mundos, el real y el de la fantasía, enlazada con su trabajo. Con lo que el conjunto de su devenir resultaba armonioso.
¡Larga vida a los García!

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