Julián estaba felizmente
emparejado con Gabriela, pero ello no era óbice, naturalmente, para
realizar sus exploraciones erótico-fantasiosas de rigor. ¡Hasta ahí
podíamos llegar, que el amor de una esposa se entrometiera con su
ramillete de beldades in mente! Raramente además se entrometían
ambos órdenes de la realidad, o de la fantasía, por lo que sus
deseos, más o menos libidinosos de guerrero victorioso, no
interferían en nada con su vida diaria con Gabriela.
La puesta al día de sus
asuntos amoroso-guerreros consistía en un ejercicio específico por
el que repasaba brevemente todo su historial al respecto y descartaba
o adjuntaba alguna flor a su ramillete. No siempre perduraban los
amores corteses, a veces en política amorosa es necesario realizar
algún trueque o intercambio y además estaban los avatares naturales
de fallecimientos, traslados y matrimonios. Porque las bellas
doncellas también eran o habían sido humanas.
Sabía que, por condición
femenina, entraría en conflicto con su esposa de descubrirse el
pastel, pero era un hombre morigerado y jamás traslucía sus
devaneos fantasiosos, ni era pillado en un renuncio durante la siesta
o aletargado en el sofá contemplando algún programa con su cónyuge.
En suma Julián era un
hombre razonablemente feliz en ambos mundos, el real y el de la
fantasía, enlazada con su trabajo. Con lo que el conjunto de su
devenir resultaba armonioso.
¡Larga vida a los
García!
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