La atención viene y va, como el viento cambiante que nos olfatea al
rozarnos, pero cuando se magnetiza y encuentra su norte no suelta a su
presa hasta que las condiciones ambientales vuelven a ser oscilantes,
caso de que su ataque haya sido impremeditado, y en caso contrario hasta
que la presa cesa de acoplarse como un guante a su mandíbula, por
desgajamientos o comienzo de deglución.
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