La
sensación de asfixia en el interior de la carcasa del velocípedo, que
avanzaba a la fulgurante velocidad de siete kilómetros por hora, era tan
grande que no hubo más remedio que bajar la ventanilla. Al instante se
coló en el interior un ángel que volaba bajo por el cielo de la ciudad.
Antes de morir asfixiado por el calor, son tan delicados los
ángeles...tuvo tiempo de decir: "Me he escapado de un cuadro de El
Bosco...¡ha sido horrible!". Todos los que nos apelotonábamos en el
interior dejamos fluir una lagrimita, que de lacrimal en lacrimal fue
haciendo subir la humedad hasta que constituimos un microclima tropical.
La piña colada nos esperaba en el bar del andén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario