En un rápido encadenamiento, un fogonazo de electricidad estática recorrió mi brazo alzado como un pararrayos y fue a dar a los ojos del conferenciante, lo que dio comienzo a una segunda secuencia de ignición.
Raudos mentalmente, como extensiones del cerebro que son, los ojos de ambos contendientes lucharon, guiñaron, se esforzaron y retorcieron hasta dar lugar...a la respuesta.
La pasividad del conferenciante no tendió ninguna cama entre ambas vidas, sólo descorrió, levemente, el velo de Maya, a los puros efectos, infinitesimales, de levantar un poco el polvo de la cama.
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