sábado, 28 de noviembre de 2020

Catalina II, la Grande, tenía bajo su mira, literalmente, a un cosaco, el cual, desde la planta inferior a la noble y a través de un orificio practicado al efecto, con una escobilla limpiaba el real trasero tras defecar. No consta en las crónicas que el cosaco tuviera visiones extáticas con aquellas sacras heces. Pero un siglo antes, el filósofo Spinoza escribía a su amada apasionadas cartas en las que expresaba la trascendencia espiritual que le proporcionaba pensar, y meditar, en las heces de su prometida. Así pues, ¿qué tendrá la mierda cuando vale, literalmente, su peso en oro? Freud hablaría de una regresión a fase anal. Bla, bla, bla... En realidad es mucho más simple. La mierda es el primer objeto de intercambio del bebé y, por tanto, el emblema secreto de todas las transacciones comerciales. Se dice que el avaro no puede comerse su oro, tampoco debería alimentarse de la mierda.

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