martes, 7 de marzo de 2023

La libertad es asunto de grado (o de fuerza). Así, a partir de la Ilustración la libertad es absoluta al limitarse solo allá donde empieza la libertad del otro (con lo que nunca se alcanza a asomarse a la otredad que está en el envés de ese límite). Y si no se llega a tratar al otro, en realidad solo hay mónadas aisladas y libres de evolucionar a la espera de algún Relojero universal que las armonice de algún modo. A medida que, iniciado ya el siglo XX, comienza la tarea de racionalizar la mente con el psicoanálisis como primer aldabonazo, se empieza a achicar el territorio de la libertad pues su terreno siempre fue el del impulso emocional e irracional (siempre fue una inconsciente la libertad tradicional). Ahora ya la libertad es relativa -y no absoluta- pues va perdiendo pie a medida que se economiza pensamiento (el ahorro del pensar es la característica principal de la racionalidad). Y si no tiene un valor absoluto, pasa a tener un valor de uso, de cambio, se intercambia por tiempo (más tiempo para poder consumir más, con mayor ansiedad y sadismo). Así, en nuestros días, la libertad no tiene futuro, pues pasa a ser presente, lo que se gasta día a día. Es un medio cómodo y útil para vivir nuestras vidas. Y una herramienta siempre se puede sustituir por otra, no? (Aquí hay un puente con Rusia y China, se quiera ver o no).

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