lunes, 26 de febrero de 2018

Desde el capitán Nemo hasta el Mahatma Gandhi, más o menos, hay un arco temporal que preanuncia la televisión. Ese sueño, en technicolor, nos permite atisbar, y hasta oler, la pureza, en nuestro devenir histórico reciente.
La verdad de la vida, por decirlo crudamente, empieza ya en los años 30, con las primeras emisiones y llega a su clímax con Su Emitenza, en los 90.
Es uno de los momentos de oro de la nostalgia por la verdad en la vida. Pues yo, y seguramente otros más, nos quedamos con la ficción histórica bien entendida.
Vivan los hermanos Marx y mueran las caenas!

domingo, 25 de febrero de 2018

 



La herida no era luminosa sino ominosa. El guardián de la puerta se afanaba en sus horas blandas para perseguir la fuente de sus sueños.

El perro armaba aquel sueño directamente sobre sus costillas, leyéndole el pecho a su dueño, que descansaba. Apaciblemente, él se durmió también.

¿Cómo puede durar el amor? ¿A qué sirve resguardarlo y protegerlo?

Para dormir acurrucado en su seno y para arrullarlo con suave canto y saliva benéfica.

La función primordial de la bestia, en el sueño, era permanecer agazapada para fintar un salto al cuello del hombre y degollarlo, lo que nunca ocurría, pero ocurriría...

El sueño devoraba dientes, aliento, sal y postales antiguas. Todo en la comisura de los labios añosos pero no añejos de aquel a quien guardaba.

El dueño no era anciano, ni joven, promediaba su vida y hendía sus afectos en la trama hecha de su buen hacer y fervoroso recordar.

Sabía y no sabía a quien le debía su aliento. Sabía y no sabía...

Pero el cuchillo se hendía en la carne del perro, no una, sino hasta por cuatro veces.

La herida fue ominosa. Supo restallar honda y fosca en la cara de aquellos que le acuchillaron.

Era la fe o la nada.

Fue final y ósculo hambriento. Dulce y añoso como una fruta jugosa de aquel tiempo que pasaba y sin embargo duraba.

La sentina de los corazones contenía flores y arrullos. Una vez más, la vida prosiguió.

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¿Quién dura más? ¿El poema en prosa o la narración subyacente?

Aquí, ut supra, he clavado sobre la puerta de mi iglesia particular unos puntos que quería hacer legibles, una vez leída una noticia que dejo enlazada. No me ocupa otra cosa. Gracias.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Con el nuevo "orden económico" imperante, ya no sabemos si las crisis económicas son una cura de caballo para las calenturas de los mercados o bien si los periodos de bonanza son una cura de caballo para las calenturas del mercado de trabajo (a tanto como se cotiza la "carne" laboral).
Que no parezca haber receta alternativa salvo los golpes de martillo que preconizan los comunistas, dice bien a las claras que los chefs no dominan los resortes de la "cocina" económica (salvo el barato recurso de añadir más leña al fuego).
En cualquier caso, evidentemente, la salud del enfermo a pesar suyo, que somos todos, no es lo primero.

sábado, 17 de febrero de 2018

Creo que el siglo está empezando a ser el del cultivo hidropónico de la literatura. A modo de Juan sin Tierra, la era de las redes sociales reduce la memoria y vuelve fantasmagóricas las relaciones, los sentimientos. Esto transparenta, clarifica, el agua en la que se sumergen las raíces de la literatura. Pero mi pregunta sería: ¿es agua clara?

viernes, 16 de febrero de 2018

La galleta cruje en la boca de Bruno mientras observa los pajarillos que merodean por el patio.
Bruno cavila y sale a mear al patio, no al pie del árbol sino junto a la bicicleta apoyada contra el muro. Satisfecho, entra.
- Qué has hecho, Bruno?, grita su amo.
Bruno sonríe interiormente y mientras hacía una finta, resbala.

lunes, 12 de febrero de 2018




Lanzo a este mar de nautas unos apuntes a propósito de las "Confesiones de un hombre raquítico", de Alberto Masa:

Revoloteando sobre “Las Confesiones”, de Alberto Masa.

Leyendo “Confesiones de un hombre raquítico”, de Alberto Masa, releo y miro y remiro la última coma de la penúltima página y salto de verso en verso no escrito, implícito, a la yugular bajo la cabeza que me atenaza.

¿Cuántos diarios de un hombre que, fundamentalmente, bebe té y fuma y teme que le caiga el cielo sobre la cabeza (el techo de la cocina), habré leído ya?

Todos los que mi caletre infunde a destiempo, desde la hora del almuerzo hasta la sórdida hora de la cena, en la mente de aquel otro que es Masa (y no soy yo).

La hora en que supe que Masa se acercaba, rondaba mis lecturas, emprendí veloz huída hacia la nada y así sea que me constituye, conforma y ase a la pared como un gancho que sujeta un paño de cocina.

“Confesiones de un hombre raquítico” es la zambra y zarabanda de un carnaval sin música ni concierto, pero no deja de ser un llamado urgente y apremio al carnaval de los animales que sin duda somos.

La anuencia para perderse entre sus páginas, navegar río arriba y río abajo de sus letras, es la forma que tiene su autor de invitarnos a la juerga fría y con dolor de cabeza ex ante que en ellas imprime.

Como una monodia, un canto firme de algunos monjes de algún monasterio benedictino, las Confesiones de Masa nos avisan y nos amonestan ante las vidas que, incautamente, pretendemos
emprender o continuar.

Porque sólo hay salvación fuera de la norma, quizá también en la anomia, pero sin duda en la atrición que conduce directamente al cielo raso de la cocina de su protagonista.

Ese locus amoenus que, paradójicamente, confunde y perturba las sensaciones táctiles y visuales del lector es al tiempo punto de fuga y punto de colisión en donde nos encontramos inermes ante la vivisección que Masa está practicando con fruición.

La chica del otro, podría quizá haberse titulado en un alarde de mal gusto y espantosa sencillez, esta novela que nos ocupa. Porque la chica del protagonista es ante todo el otro del otro.

En un reflejo doble que nos devuelve, a una cara abofeteada (la nuestra), el drama perdido en las nubes teñidas de vino rosado. Un drama que no tiene lugar porque el microondas se ha puesto en funcionamiento y demanda cual monstruo horrendo su ingesta habitual.

Es una novela tecnológica y plagada de indicadores del siglo XXI. Pero eso no es lo que la convierte en una novela feliz, al modo de una pesadilla feliz, sino su continuo trasvase de intenciones y el reincidente trabajo de remembranzas apretadas a tornillo.

En suma, buena y determinante lectura para disfrutar de la no vida en pareja en ambiente anti gastronómico y de fecunda dulzura, a pesar suyo.

domingo, 11 de febrero de 2018

Un soñador puede ser aquel que quiere tocar, palpar la luz. Una persona que sueña es la que abraza un árbol, producto acabado de la fotosíntesis, que es la forma que tienen los vegetales de esculpir la luz.

miércoles, 7 de febrero de 2018

La experiencia es sobre todo, error. Pero lo rehuímos, así que tenemos más experiencias. Si llegamos a ser, poco a poco, lo suficientemente tontos, sabremos vivir en el error. (Luego nuestras experiencias se irán reduciendo, poco a poco, hasta desaparecer).

domingo, 4 de febrero de 2018








Decidme sin miedo qué digo.

El invierno avanza, sin prisa, acarreando todos sus fondos de armario y dando coletazos de cuando en cuando. Hoy, por ejemplo, nieva. Según la AEMET este invierno iba a ser mucho más cálido de lo habitual.

No lo recuerdo por meter el dedo en el ojo, sino por no dar tortas sin pan (o como se diga).

En fin, tenemos invierno, y aposentándose con mayor o menor gracia según el gusto del consumidor, llevamos ya más de dos meses de tiempo relativamente frío.

Al menos en mi particular microclima del centro del Centro de la ciudad, villa y recorte de Madrid.

Desde mi cuasi kilómetro cero de las desbandadas y correprisas de la estación que nos ocupa, sigo incardinado, que no amedrentado, en las nuevas, buenas y malas, que por los medios habituales se van sucediendo.

Llegamos a atisbar los últimos bastiones -esperémoslo- del duro invierno y ya se olisquea la primavera que a nada llegará.

Sabemos de muchos años idos y recogidos en algunas memorias, que no en la mía, o sólo muy parcialmente. Serán llevados en andas y parihuelas desde una colindante estación a otra.

Llegar a ver la verdadera vida del español aburrido medio es, muchas veces, como asomarse a las ventanas de estos inviernos un sí es, no es, que arrastramos desde hace bastantes años.

Porque, ¿qué es sino tedio escarchado y vuelto a re-congelar, el medio vital y vitalicio del tal españolito? (Descongelándose pero siempre antes de...vuelta a empezar).

Recurramos al sínodo de amas de casa que siempre tenemos a mano y avancemos que la vida es, muchas veces, un sinvivir. (Y no le des más vueltas).

A la hora del té llega, sin remedio, el tedio. Y con el tedioso sinsorgo o sinsorga de turno acabamos de nuevo la velada.

Yo no. (Aclaro como quien no quiere la cosa).

Pero vosotros, sí. Más de uno y de una, en todo caso.

Y para ese o esa unitarista celebrante de alguna Iglesia que en la vida fuese, es para quienes escribo esto.

Que no sé aún a cuento de qué va estabulándose por los rebaños de mi quehacer cotidiano de estas horas, pero que ir, va.

A la misma hora, sin embargo, desembarcaba en las orillas del mar de la felicidad un barco cargado de...ilusiones, y desilusiones también (en la sentina).

Porque es ley de vida que a todo tedio le corresponde su san martín, digo, su correspondiente complemento vital.

Sí, amigos y amigas, es la hora de desvelar que la vida es siempre una dupla, una duplicidad y un duplicado.

La dupla es sencillamente, tedio y felicidad, por ejemplo. La duplicidad es encontrarse arrellanado en una butaca y creer que se está aposentado en otra (la del tedio y la de la felicidad, respectivamente). Y el duplicado es de la llave que nos permite abrir estas intenciones de volver a vivir, siempre.

Porque vivir, se vive siempre, a riesgo de caer muerto en este instante. Sabedores de tanta sapiencia, consultan las tablas de mareas antes de levar anclas.

En el mar de la Sensibilidad.

La música es una de las claves de tal sensibilidad. Y de marca mayor es su impronta en las meninges avisadas.

Para que no se corte el flujo de avispados pensamientos que acompañan a nuestro devenir en este mar.

Las sensaciones y sentimientos y pentimentos y artimañas del reenganche en uno mismo son agotadoras y fervorosamente complacientes con el avatar de cada quisque.

Amemos y seamos amados.

Como siempre, se dice poco de lo que hay que decir. Y eso basta y nihil obstat.

Los andurriales de este establo están secos y yermos desde hace muchos instantes, pero el fuego puede acabar con esta historia en cualquier otro momento.

Desde siempre, andamos de la ceca a la meca, no sé si esa es la buena dirección, pero ya vamos, ya vamos.

Y seducimos al pasar. Y somos seducidos, vaya que sí.

Sembramos y labramos y todo lo demás que es largo de contar pero para acabar con todo hay que asegurar la silla sobre sus cuatro esquinitas.

Los puntales de la vida...

Ahí es nada.
El pensamiento beneficia de diversos sistemas homeostáticos. Uno de ellos es su suicidio retroalimentado: el olvido constante y parcial, a goteo.

jueves, 1 de febrero de 2018

Si el amor y el odio fuesen tesis y antítesis hegelianas, la síntesis sería la definición perfecta del sentimiento. Como, desde otro punto de vista, el alba y el ocaso.