Desde el capitán Nemo hasta el Mahatma Gandhi, más o menos, hay un arco
temporal que preanuncia la televisión. Ese sueño, en technicolor, nos
permite atisbar, y hasta oler, la pureza, en nuestro devenir histórico
reciente.
La verdad de la vida, por decirlo crudamente, empieza ya
en los años 30, con las primeras emisiones y llega a su clímax con Su
Emitenza, en los 90.
Es uno de los momentos de oro de la nostalgia
por la verdad en la vida. Pues yo, y seguramente otros más, nos quedamos
con la ficción histórica bien entendida.
Vivan los hermanos Marx y mueran las caenas!
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