viernes, 30 de diciembre de 2016

Los viajes en tren de alta velocidad (hasta 300-350 km/h) son tan placenteros, de suave tránsito y célere paisaje que te hacen pensar muchas veces, sumido en la parálisis de la relajación provocada por esos elementos antedichos, si no valdría la pena hacer una y otra vez el trayecto sin llegar nunca a destino (ni a origen). Así, son la metáfora de la vida, de la buena vida que no se preocupa más que por el vivir. Y un guiño por su decoración interior y atrezzo a 2001, la película, que es mi particular origen (empecé a nacer a la vida consciente en 1968 viendo su estreno) y seguramente también mi meta.

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