No sabían cómo sintonizar aquel canal de televisión. La mano de la
mayoría de los mortales no permitía trazar signos cabalísticos sobre el
mando a distancia. Pero como la ignorancia es osada, algunos, muchos,
lograron dar con este. La información meteorológica se pavoneó como
siempre y emitió un sonoro kikiriquí que resonó en las meninges y en las
nubes en varias millas a la redonda. Aquella tarde llovió.
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