domingo, 21 de enero de 2018

A más seguridad, menos libertad, entonces, ¿a más libertad, menos seguridad? Psicológicamente, no creo que ninguna de estas dos inferencias resulte válida.

Un grado mayor de libertad implica que las "ecuaciones diferenciales" del Estado suban a un grado mayor de complejidad, pues ya no pensamos, si lo analizamos seriamente, que ser libre sea tener menos Estado, que la antítesis del individuo sea el Estado (nadie querría vivir en un mundo sin los subproductos de la complejidad del Estado, desde un sistema universal de sanidad hasta una red multiforme de transportes).

 La sociedad puede ser más prisionera del Estado, pero cada individuo, esto es, sus percepciones e intuiciones, puede ser más libre. Veamos cómo.

Estamos en una época en que consumir al individuo se vuelve la dieta más prescrita para todas las instancias de poder, esto es, se está psicologizando cada vez más la relación individuo-Estado, pues cada individuo es deglutido específicamente por el Estado, reflejándose este hecho en la percepción que el individuo tiene del Estado.

Esa percepción se convierte en una representación, dramática, dinámica, del hecho Estado para cada individuo. Y así, el Estado pasa de ser el Leviatán, a un conjunto de identidades múltiples con las que cada individuo debe lidiar.

Y en cada una de estas relaciones, el individuo gana un grado mayor de libertad, psicológica, quizá no directamente con el hecho concreto Estado sino con alguna otra de las identidades múltiples que, en espejo, van conformando al individuo, a imagen de su relación con el Estado.

Y, ¿qué otra forma que la psicológica tiene la libertad en un mundo en que el Estado se va invisibilizando, no desapareciendo, en la medida en que, al deglutirlos, va complejificando a los individuos que se convierten de alguna forma, a su vez en Estado (ya hemos visto la relación en espejo que se va estableciendo entre ambos polos)?

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