domingo, 19 de agosto de 2018





La verdad no puede estar ensimismada

Añadidos en la sopa de letras de las ficciones vitales que sorbemos diariamente, hallamos verdes verdades y tiernas mentiras.

Saber qué nos representa mejor, así en la vida como en el trasiego vital visto desde la perspectiva del que pasa la vida como quien no hace nada concreto, puede resultar complicado.

La verdad y la mentira...Siempre nos han dicho que se instilan en delicadas proporciones. A ver cuanta verdad admites en tu vida, no sea que te quiebres...dice la sensatez de las comadres.

¿Pero quién regula la sucesión de las dosis de la pócima? ¿Somos nosotros mismos o hay algún regulador externo?

En principio, siendo seres sociales, es normal que la colmena que habitamos sea un regulador general de las condiciones de verdad en que nos situamos.

Y también, a nivel microsocial, cada una de las interacciones que mantenemos tiene a regular, de un modo u otro, el nivel basal de la verdad y la mentira que consumimos y que expelemos.

El mundo de nuestros afectos nos envuelve como un blanda concha que deje traslucir la verdad y la mentira en sus proporciones adecuadas.

¿Y qué papel nos queda a nosotros? ¿Pero, somos, acaso, algo, fuera de nuestro ser social?

Nunca estamos solos porque siempre arrastramos nuestra educación y nuestras experiencias más nítidas con los otros.

Así, si fuera posible ser, nosotros solos, nos encontraríamos quizá ante un dilema presentado bajo la forma de qué palabra y qué frases decirnos a nosotros mismos.

O lo que es lo mismo, qué verdad y qué mentira nos contituyen.

No somos, realmente, puesto que no podemos responder fiablemente a esta cuestión.

Lo que sea verdad y lo que sea mentira son los modos de conocer nuestro mundo que no podemos alcanzar a conocer.

Son las condiciones de posibilidad de la colmena y no tanto de cada uno de sus insectos.

Siendo pragmáticos, la verdad será, por ejemplo, el conjunto de procesos y condiciones que permita llenar de miel la colmena.

Y la mentira, lo que conduzca al vacío y oquedad de la colmena.

De este modo, retornamos a la matriz, a la simiente de nuestro deseo y poder, a la continuidad de nuestro ser.


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