sábado, 13 de octubre de 2018

Un hospital es un contenedor de tiempo. Un gigantesco reloj de arena que va vaciando la vida contemplativa del buen paciente ingresado por un lado, y que se va llenando por el otro de los retazos y jirones que se va dejando (el mismo paciente). De suerte que la resultante es cero, el equilibrio. Así, el hospital es una inmensa campana de cristal que aísla a su contenido del exterior, alcanzable solo por unas pequeñas puertas de cristal automáticas. Válvulas de vacío perfecto, que sirven para expulsar al sano y recibir al nuevo ingreso. Pero el tiempo del hospital es el de un vals interminable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario