martes, 22 de noviembre de 2022

Ir a la contra del mundo te puede asegurar una vía de acceso a la buena vida. No hablo de convertirte en un Supertacañón, personaje de Chicho Ibáñez Serrador que recordaréis los amigos españoles. Sí lo fui durante mucho tiempo, pero ahora creo que ya no. No, ir a la contra es tan sencillo y tan inocuo como no ser consumista y por ejemplo no viajar al extranjero o no ir al cine ni a otros espectáculos públicos, ni ir al restaurante o salir de noche. No por un prurito de flagelación pública, sino porque no te cueste un ardite hacerlo. En suma, consiste en estar a gusto con tu vida, lo que para un animal no humano sería adecuarse completamente a su nicho ecológico, que es lo que hacen. Sí, vivir con agrado y sin querer nada que no forme parte ya de tu entorno y accionar. En mi caso particular, puede ser una forma de vida muy pasiva y así, contemplo estas tardes sin una exclamación gestual el progresivo oscurecimiento de las paredes de mi sala de estar echado en el sofá cubierto con una mantita mientras escucho un cd de Schumann. Es vivir de acuerdo a costumbres y hábitos que pautan mi diario acontecer, hora a hora y casi minuto por minuto. La repetición es una de las características del tiempo cíclico en el que se manifiesta lo sagrado del mundo. Y vivir en un Cosmos es también el principio de una vida racional. Y, de repente, roer una onza de chocolate y saborear un instante que ya no va a volver. Ay, sí, tenéis razón, me he hecho viejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario