martes, 26 de agosto de 2025
Hay una tendencia en filosofía que lleva a aseverar que el mundo - las cosas y las personas - puesto que son conocidas solo a través del sujeto son, en realidad, desconocidas para mi (y para ti). Sí porque solo las conozco indirectamente. Como no podía ser de otro modo, diría yo, puesto que me parece que es una verdad de Perogrullo que el sujeto conoce (yo conozco) y que las cosas no están disponibles inmediatamente para mi sino solo a través de las percepciones. Lo contrario vendría a ser algo así como que yo fuera uno con las cosas (y las otras personas), lo que me parece que es un sinsentido. Se tardó muchos siglos en ser consciente de esta verdad. Para mi esto se podría renombrar como la democracia del objeto puesto que la situación filosófica anterior en la que supuestamente el sujeto conocía sin intermediación a las cosas las situaba, de hecho, en un plano de inferioridad respecto al sujeto cognoscente (ya que este las violaba constantemente y a placer, podría decirse, pues no podían ocultar nada de lo suyo: ni un ligero velo las cubría). Desde la asunción de esta verdad que he expuesto más arriba, el mundo, las cosas y las demás personas, está en pie de igualdad con el sujeto que conoce. Cada uno tiene su reino autónomo, podría decirse, aunque ambos estén inextricablemente entrelazados. Sí, darse cuenta es uno de los placeres más grandes - y misteriosos - de este mundo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario