sábado, 9 de septiembre de 2023

Espero no hacerme muy pesado si vuelvo a mi sofá de las tardes. Veréis, en los meses de verano me echo, para escuchar el concierto de la tarde, con los pies hacia la ventana que da al exterior, con luz solar y las ramas de un árbol por las cuales andan y revolotean alegres gorriones. Empecé la escucha de esta guisa, pero enseguida he vuelto al modo de los meses fríos, esto es, con los pies orientados en sentido contrario, hacia la cocina americana. Me he dado cuenta de que me resulta más cómodo, agradable y placentero el modo invernal, es decir, contemplando el diseño y disposición de los muebles de cocina y los electrodomésticos, incluyendo en lo alto un emisor de aire acondicionado. A la derecha quedan los estantes con mis libros y un pebetero en el que, todas las tardes, arde una vela cuya llama es, para mi, el corazón de la persona que más quiero. Así que este es un criterio para decidir si soy una persona más orientada a lo natural o a lo artificial (que incluye el mundo de las ideas). Llamaré a esta prueba - modestamente - " test de Zurriaga", que consta de un solo ítem. Este test es muy útil, por ejemplo, para los vendedores de libros de todas clases, pues puede servir para determinar si soy un lector potencial de Thoreau o bien de Bertrand Russell. Imaginad que os recibe en sus salones el tal vendedor y dispone de un escenario que reproduce el que he descrito anteriormente. Os dice: "Pase a la sala de espera. Ah! y no se prive de echarse en el sofá...". Convengo en que en este ejemplo es más útil cuando tratáis con adolescentes que con personas como yo, maduras o mucho más, frutos en descomposición. Pero siempre es bueno contrastar científicamente las intuiciones personales, no? P.D.: Probad a trazar una línea horizontal (a modo de boca) y algún otro rasgo de una cara. O mejor aun, encontradlo a vuestro alrededor. Ya lo tenéis? Escuchad ahora música (por ejemplo). No encontráis diferentes expresiones en el supuesto rostro a medida que transcurre la escucha? Sí, estáis proyectando al exterior vuestras sensaciones, vuestros pensamientos. Yo lo practico todas las tardes mirando la rendija (a modo de boca) del split del aire acondicionado. Y lo mejor de todo es que no hay engaños...

viernes, 1 de septiembre de 2023

¿El conocimiento implica una forma de destrucción, de entropía? El conocimiento, que implica siempre un gradiente (se va incrementando o disminuyendo), es una característica básicamente humana. Así, es una forma de alteración (de alejamiento progresivo) del nicho ecológico que nos pudiera corresponder. En ese sentido, es destructivo. Y su manifestación concreta, a la vez metafórica y real, la técnica, destruye el equilibrio previo que había durado tanto como la existencia del nicho ecológico. Se genera de este modo siempre que hay conocimiento, desecho, basura, bajo la forma de los restos desechados del equilibrio primigéneo. Y son basura, en tanto han perdido su función, su forma metafóricamente hablando, con lo que son informes e inmundos. Vemos pues que la basura, en su forma prístina un vertedero, es una de las claves de la hominización y aun de nuestra actual época.

domingo, 20 de agosto de 2023

Cada vez tengo más claro que los ciclos son esenciales para la vida y, por ende, para la vida de los seres humanos. Y si hubiera un ciclo en 500 metros a la redonda, pongamos por caso, que sostuviera todos los procesos físicos y mentales bajo su ámbito? Desde la evolución de las nubes hasta mi último pensamiento. No os ha pasado alguna vez que sentís que estuvieran coordinados vuestros pensamientos y el paso de una nube que pone o quita sombra? Soy taaan egocéntrico que soy el único que lo ha sentido alguna vez? Tendría fácil explicación, no fundada en un ataque de paranoia, si un gran ciclo local estuviera activo. El ciclo es soberano, por decirlo de alguna manera, y nosotros somos sus vasallos, es decir que normalmente estamos bastante descoordinados pero si somos lo suficientemente hábiles, podemos engancharnos al ciclo al menos durante alguno de sus lapsos. Todos hemos oído hablar a los escritores, a algunos cuando menos, diciendo que cuando están inmersos en el proceso creativo de una novela, su vida es un continuo de "casualidades". Y si, en ese periodo, estuvieran en fase con su ciclo local? Tengo la sospecha de que, al entrar en fase, se logra la suerte de algunos soldados que, aparentemente, son inmunes a una lluvia de balas en plena batalla o de algún político del que se dice que tiene la "baraka", la Suerte por antonomasia. Creo que no estoy diciendo nada nuevo, vendría a ser la laicización de la gracia de los cristianos. Yo, por si acaso, he rezado mis oraciones a la hora de la siesta, como todos los días.

miércoles, 9 de agosto de 2023

Sí, el verano está acabado...(lo puedo seguir diciendo por lo menos un mes y medio más). Ejem, ejem... pues sí, llevo 11 días en la rutina trabajosa, empeñosa del laborar y descansar. Y esta tarde, echado en el sofá, escuchando el concierto de la tarde, he sentido que se ajustaba un caleidoscopio inflado en tres dimensiones por el calor. Me he sentido, entre el verde de las plantas que se dignan vivir entre mis cuatro paredes, el brillo del polvo que flota tocado por el sol, y las sombras chinescas de la pared (espectáculo que siempre me asombra el de las sombras semovientes en la pared), me he sentido, digo, integrado, engarzado en mi entorno que me arropa. Como soy misántropo, como ya sabéis, mi entorno no son otras personas - al menos en el lapso de la tarde -, sino, como digo, plantas, luz y sombra. Y ese a modo de caleidoscopio me ha hecho sentirme, una vez más, en casa. Sí, en casa conmigo mismo, y qué queréis, ha sido una sensación placentera. Como si el déficit de energía que acumulo en la mañana laboral me hiciese darme cuenta del precio, que pago gustosamente, del descanso vespertino. Y lo que tiene precio se valora, justamente. Esa es la pequeña diferencia, para mi, entre el vacar del verano y el holgar que acaba dando el trabajo. Si fuera un perro, diría que es la diferencia entre andar vestido de casa - cubierto solo con mi pelaje - y vestirme para salir a la calle - o sea, ponerme el collar o el arnés -. Los perros saben vivir...

sábado, 29 de julio de 2023

El verano está acabando... Si yo siguiera las constelaciones de mi infancia debería decir ahora eso. Sí, recordáis los tres meses de vacaciones escolares? Cuando llegaban a su fin era una pequeña hecatombe, valga la, pequeña, contradicción. Pues ahora yo me hallo en una tesitura semejante. Ayer fue mi último día de vacaciones. Sí, el lunes comienzo el curro. Métro, boulot, dodo...era el mantra popular en el París de los ¿50?. Metro, curro, piltra...la rutina diaria, la gran rutina diaria. A mi, que queréis que os diga, lo que me asusta es el metro. Ese invento infernal, como un aquelarre a lo Julio Verne, un tubo sin ventilación expuesto a todos los miasmas, un catafalco ambulante. Exagero? Bueno...soy, a veces, excesivo. Al otro lado de ambos extremos del tubo la vida se prodiga en sus dos vertientes, laboral y de ocio. Mi trabajo es tranquilo, adocenado y renqueante. Y se hace en un suspiro. Mi ocio es el de los sacerdotes egipcios. Interminable y caudaloso como el Nilo. Pero entre ambos está el vaso comunicante... Si yo fuera rico, iría todos los días al trabajo en coche conducido por un chófer. Pero, maravillas de la ilusión, no lo soy. Así que, prepárese el inframundo, que allá voy!

martes, 18 de julio de 2023

He viajado este fin de semana en tren de alta velocidad entre Madrid y Barcelona. No viene al caso a cuento de qué. Me ha servido para comprobar, una vez más, que el trazo fino de la organización social española sigue en buena forma. Un viaje así pone en tensión varios elementos que engarzan otros tantos subsistemas del nodo de trasvases de materia y energía entre puntos geográficos distantes. Hablando llanamente, cómo moverse por el país sin mayores sobresaltos. Creo que es una buena prueba de la salud estructural de la nación porque afecta transversalmente a varios escenarios principales. Madrid y Barcelona siguen siendo los dos polos mayores de España. Su relación mutua es profunda, muy diversa y sosegada. No hablo de la superestructura sino de la infraestructura, en términos viejunamente marxistas. España es un país bronco y arisco que guarda sus caricias y suavidades bien debajo de la manta. Pero ahí están para quien quiera levantar ni siquiera una puntita.

jueves, 6 de julio de 2023

Hace unos días tuve mi primera experiencia con RMN (resonancia magnética) debido a un posible pinzamiento del nervio cubital del brazo izquierdo. Fue una experiencia que paso a relataros porque, en mi día de planta de interior supuso un pequeño cambio. Llegué al hospital en tiempo y a la hora. Me orientaron amablemente hacia la sección de radiología y me senté en la sala de espera correspondiente. Para entretenerme leí con atención el mensaje que corría por la parte inferior de la pantalla donde se mostraban los turnos. Era bastante largo y hacía referencia, ¡cómo no!, a la Covid. Pensé en los tiempos duros de la pandemia pero no con la suficiente intensidad como para alterarme. Muy poco después me llamaron y pasé al sector correspondiente. Me recibió un enfermero o auxiliar que me introdujo en la compañía de la máquina. Después de despojarme de metal no lo suficientemente precioso como para constituir un botín, atisbé la máquina que no me pareció impresionante. El muchacho me hizo colocar en posición geriátrica. Me explico. Las piernas dobladas y algo elevadas hacia el exterior de la boca del monstruo. Llegaba con opiniones encontradas, como es habitual en cualquier materia humana. Pero me había quedado con las noticias o advertencias más optimistas.No iba con miedo. Cerré los ojos y empezó el ritmo trepidante de disco (bum, bum) que hizo que me relajase más. Tenía el brazo izquierdo en posición no muy cómoda pero conseguí mantenerlo quieto toda la sesión. En un momento dado, abrí los ojos, como iba sin gafas, creí ver como un velo color arena, para nada desagradable. Volví a cerrar los ojos el resto del tiempo. Enseguida entró el muchacho y le dije "¿ya está?", "¿quieres más?", respondió. Me molestaba un poco el brazo. No supe qué responder y me entró la paranoia de si el magnetismo feroz al que había sido sometido habría alterado los equilibrios sutiles de mi interior...Desde que llegué a la sala de espera hasta que salí del hospital no había pasado más de media hora. Estupendo! Al encaminarme a la puerta pasé por un puestecillo donde vendían cupones del Sorteo de Oro, creo,, de la Cruz Roja. Me entró un impulso adquisitivo y le pregunté a la mujer que atendía cuanto era. Me dijo, "5 euros". Le dije que no sabía si llevaba efectivo y abrí ostentosamente el monedero para mostrárselo vacío. "Lo siento", y salí. Me encaminé hacia la parada del bus de la línea 1 un poco recostado sobre mi mismo para evitar que los demonios que merodearan por mi brazo izquierdo se despertaran. El bus llegó pronto y tras un breve recorrido enfiló la Gran Vía, en cuyas inmediaciones vivo. Era gozoso, protegido como iba en las entrañas del elefante-bus, contemplar la vivacidad de la calle, poblada principalmente de comercios que venden objetos y servicios que se considerarían de poca monta hace treinta o cuarenta años, que es la época de mis referencias culturales, y que hoy en día son considerados el culmen de la "modernidad". La gente, en paños menores veraniegos, no era una amenaza desee el bus y era agradable mirarla. Yo ya no miro, solo columbro desde la flor de mi vejez, pues no soy apasionado. Bajé en mi parada y pleno de la luminosidad de primera hora del atardecer madrileño subí a mi apartamento, de donde, creo recordar, no salí hasta el día siguiente.Repito que, desde mi perspectiva de planta de interior, esta es una experiencia digna de ser mencionada. Así que sed indulgentes con este viejo que habla y habla para no decir nada.