sábado, 29 de julio de 2023

El verano está acabando... Si yo siguiera las constelaciones de mi infancia debería decir ahora eso. Sí, recordáis los tres meses de vacaciones escolares? Cuando llegaban a su fin era una pequeña hecatombe, valga la, pequeña, contradicción. Pues ahora yo me hallo en una tesitura semejante. Ayer fue mi último día de vacaciones. Sí, el lunes comienzo el curro. Métro, boulot, dodo...era el mantra popular en el París de los ¿50?. Metro, curro, piltra...la rutina diaria, la gran rutina diaria. A mi, que queréis que os diga, lo que me asusta es el metro. Ese invento infernal, como un aquelarre a lo Julio Verne, un tubo sin ventilación expuesto a todos los miasmas, un catafalco ambulante. Exagero? Bueno...soy, a veces, excesivo. Al otro lado de ambos extremos del tubo la vida se prodiga en sus dos vertientes, laboral y de ocio. Mi trabajo es tranquilo, adocenado y renqueante. Y se hace en un suspiro. Mi ocio es el de los sacerdotes egipcios. Interminable y caudaloso como el Nilo. Pero entre ambos está el vaso comunicante... Si yo fuera rico, iría todos los días al trabajo en coche conducido por un chófer. Pero, maravillas de la ilusión, no lo soy. Así que, prepárese el inframundo, que allá voy!

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