- ¡Atiende!
- ¡Vooy!
Se oye a lo lejos.
- ¿Sí, dígame? No...no es aquí.
- ¿Quién era?
- Número equivocado.
Y María pensó en la bola de la ruleta de algún casino que había caído
en el piso de abajo, donde los Peláez malvivían su jubilación chata y
arrimada al brasero.
- Al menos que tengan la ilusión, pensó.
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