Si Rossini hubiera venido a Madrid, habría escogido la fonda que había
enfrente de mi casa, como casi todos los viajeros de cierto postín. Y
hoy tendría un motivo más para graduar mis gafas al intentar leer la
placa que el Ayuntamiento colocaría recordando su estancia. Gracias,
Rossini por ayudarme a no recordar que veo cada vez peor con mis gafas!
(Sabéis? El secreto de su música está en ocupar todas las oquedades del
silencio para colmatar la sensibilidad y así lograr que su música
inficione fácilmente nuestro cuerpo.)
ROSSINI NUNCA ESTUVO ALLÍ.
Y sí, Rossini vino a Madrid en la década
de 1830 y compuso aquí su Stabat Mater, como reza la correspondiente
placa del Ayuntamiento un poco más arriba de mi casa. Lo que hace no
graduarse la vista...Rossini, no Cherubini.
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